miércoles, 25 de febrero de 2015

Ahora más que nunca hace falta la unidad de la nación

http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2015-02-25/ahora-mas-que-nunca-hace-falta-la-unidad-de-la-nacion/

25 DE FEBRERO DEL 2015 8:43:13 CDT

DIARIO DE LA JUVENTUD CUBANA

EDICIÓN DIGITAL

Intervención de Eusebio Leal Spengler, Miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el acto por el aniversario 120 del reinicio de la Guerra de Independencia y de condecoración a los Cinco Héroes, en el Palacio de Convenciones, el 24 de febrero de 2015, “Año 57 de la Revolución
Eusebio Leal Spengler
25 de Febrero del 2015 2:36:53 CDT
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Querido General Presidente Raúl Castro Ruz;
Queridos compañeros Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René;
Queridos compañeras y compañeros;
Cubanas y cubanos:
Un día como hoy, como se ha dicho, hace 120 años comenzó el levantamiento del pueblo cubano para alcanzar su definitiva y total independencia.  El amor a esa libertad, a esa soberanía, a esa esperanza, se inició mucho tiempo atrás, quizás desde el instante mismo en que empezó a formarse lo que llamamos comúnmente la identidad.  Los que llegaron de distintas latitudes de Europa, ya de la España conquistadora o del África, o los vestigios de las comunidades indígenas, en trance de extinción pero sobrevivientes, unieron sus sangres para formar algo que José Martí llamaría en palabras emotivas “dulcísimo misterio”.
El concepto de cubano viene del nombre de nuestra isla, Cuba.  Nunca pudo ser cambiado, prevaleció por sobre el intento de darle otros nombres, otras atribuciones.  El nombre, sonoro y breve, quedó prendido en el corazón de los que lo escucharon por vez primera.  Más allá del mar azul del Caribe, que se descubre desde la orilla de nuestras playas o desde el aire, Cuba aparece con la forma tan hermosa con que a las puertas del golfo de México establece la isla su presencia y su naturaleza.
En realidad nunca nos llamamos isleños, a pesar de que no es una, sino muchas islas las que conforman nuestra realidad.  En el seno de ellas fueron surgiendo, a lo largo de los años, percepciones donde todo lo anterior que traía el conquistador o el conquistado como memoria fue cediendo lugar a algo diferente, que surgió en la manera de construir, que siendo igual o pareciéndolo era distinta.  Surgió en el horizonte de la poesía, del canto campesino, de la voz de los poetas de más vuelo.  Surgió también, tempranamente, en el pensamiento de los más inquietos, entre los que comenzaron a llamarse criollos.
Entonces éramos solamente un país.  El país es un espacio.  La patria comenzó a ser un sueño, una aspiración, y la nación, un derecho por el que había que luchar, una nación con leyes, una nación que sería depositaria y respetuosa de su propia cultura, una nación que sabría ir al futuro desde el pasado.
Allá en su retiro, muy cerca de Cuba, adonde quiso ir a morir ante la imposibilidad de llegar a ella, el presbítero Félix Varela exclamaba:  “No hay patria sin virtud ni virtud con impiedad.”  Pero, además, los últimos que le vieron afirman que les dijo:  “Ofrezco todos mis sufrimientos y sacrificios por Cuba.”
Ese mismo sentimiento llevó a Heredia, en el padecimiento de su destierro, a sembrar en el alma cubana el espíritu de una patria, y eso alentó a los primeros que se rebelaron y encontraron que no había fronteras que cruzar más que el océano, que la lucha en última instancia sería aquí; que contra el cepo, el látigo, la discriminación, la humillación y la negación propia de la humanidad surgiría un día de redención y de libertad.
José Martí, autor del intento y del fundamento de la unidad de la nación cubana, creyó firmemente que no venía nuestra América ni de Rousseau ni de Washington, venía de sí misma.  Al mismo tiempo, en la medida en que aun muy joven fue madurando su pensamiento, se acercó más a esa sufriente raíz de los orígenes: a Guaicaipuro, a Hatuey, a Guarina, a Caonabo, a todos los que enfrentaron el saber, como ha afirmado un pensador latinoamericano, que un determinado día y en una determinada hora nos habíamos enterado de que, primero, éramos indios; segundo, que nuestras teologías y nuestras ideas del bien o del mal eran distintas; que debíamos soberanía a un rey distante y que todo debía ser cambiado.
Sin embargo, más allá del dolor y el sufrimiento de aquellas primeras comunidades, que soportaron la mordida de los lebreles, el hierro de las cadenas y el fuego, como Hatuey, en Yara, donde vivía por los siglos la tradición de que en tiempos de tribulación o de esperanza un fuego misterioso se encendía en la noche iluminando el monte, Cuba fue forjándose, fue haciéndose y fue, desde lo que Martí juzga “la inocencia culpable” de un patriciado que, obteniendo su riqueza de la esclavitud, comenzó sin embargo a darse cuenta de que ya sus hijos no necesariamente pensaban como ellos, que necesitaban ardorosamente un cambio y que ese cambio pasaba por una autentificación de su identidad.
Cada pueblo nombrado, o cada una de las siete primeras ciudades, excepto tres, llevaron la impronta del lar indígena.  Así, Santa María del Puerto del Príncipe sobre el Camagüey, San Salvador sobre el Bayamo, La Habana sobre las huellas de Habaguanex, y así cada uno de los rincones y lugares repetían en la toponimia del suelo una presencia más antigua que empezaba a convertirse ya solo en una arqueología.  O confundida con la sangre del conquistador dio a luz, como ha señalado el que fuera ilustre diputado de nuestra Asamblea, Cintio Vitier, el primer maestro, Miguel Velázquez que allá en Santiago de Cuba, donde tiene un modesto monumento, hablaba de que era tierra dominada y como de señorío.  Un sentido de rebeldía antiguo vino desde abajo, y ese sentimiento rebelde se fue convirtiendo en más fuerte en la medida en que la esperanza de cualquier cambio político, fundado en la consideración del conquistador sobre el conquistado, era prácticamente imposible.
A la sublevación de los esclavos que primero llevaron los nombres de su lugar de origen: Juan Congo, Antonio Carabalí, Miguel Fula; sucedió el apellido que en la pila recibieron de sus amos:  Morales, Armenteros, Cárdenas y así de esa gran cofusión y amalgama indo-hispano-africana, fue surgiendo nuestra identidad orgullosamente mestiza de la sangre y de la cultura.
Se hizo pronto realidad en la música, como lo fue en la poesía; era diferente en el paisaje tan distinto a las áridas pero hermosas tierras de Castilla, o la brumosa Galicia o Asturias, o las Islas Canarias... era otra cosa.  Y para los propios africanos la tierra tenía sus misterios:  ciertos árboles les recordaban los suyos, algunos que consideraban sagrados fueron objeto de sus cultos.  Y muy pronto fue naciendo, lentamente, lentamente, lentamente, una aspiración que fue convirtiendo el país en el sueño de una patria.
A los grandes precursores, a los que murieron con la esperanza de construirla, debe Cuba todavía sentidos homenajes.
Y como decía hace unas horas un juicioso historiador: la historia de nuestras luchas todavía, a pesar de todo lo que está escrito, está por escribirse.  Faltan muchas biografías, muchos heroísmos, muchos silencios, muchas lágrimas que nadie enjugó que deben ser cantadas por los poetas, como pedía José Martí a José Joaquín Palma, cuando le decía a su ilustre amigo, biógrafo de Céspedes, bayamés de cuna:  “Lloren los trovadores republicanos sobre la cuna apuntalada de sus repúblicas de gérmenes podridos; lloren los bardos de los pueblos viejos sobre los cetros despedazados, los monumentos derruidos, la perdida virtud, el desaliento aterrador: el delito de haber sabido ser esclavo, se paga siéndolo mucho tiempo todavía.”
Y luego dirá: “Nosotros tenemos héroes que eternizar, heroínas que enaltecer, admirables pujanzas que encomiar: tenemos agraviada a la legión gloriosa de nuestros mártires que nos pide, quejosa de nosotros, sus trenos y sus himnos.”
Y los que se anticiparon y se conjuraron, estuvieron dispuestos a perderlo todo, a sacrificarlo todo.
Ya a principios del siglo XIX la América parecía haber resuelto el problema y una inquietud profunda sacudía de una u otra parte el continente. Valientes pensadores explicaron los derechos de una América independiente, y algunos líderes se atrevieron a desafiar el poder y a morir como Gual y España en una plaza de Caracas, siendo ejecutados antes de que llegara la hora.
Exactamente en Cuba, en el silencio de las logias, trabajaron “Frasquito” Agüero y otros para hacer un texto constitucional de una república ideal, utópica y futura.  Los años pasaron y al parecer para muchos, unido a la trata esclavista, el destino de Cuba pasaba necesariamente por ser una estrella más de la unión del sur de Estados Unidos, algunos invocaban hasta la providencia divina para asegurarlo.  Sin embargo, otros creían todo lo contrario:  Cuba no debe esperar más que solidaridad; pero nuestro problema debemos resolverlo nosotros mismos, y esa solución, invocada ya por Varela y enseñada por Luz en su escuela, como educador y formador de una juventud rebelde, adquirió dimensión en lo que él llamó “el sol del mundo moral” que caerían reyes e imperios, pero que jamás caería del pecho humano.
Mucho debe Cuba a Luz, y Martí afirma que lloró dos veces, por Luz y por Lincoln, dice, sin haber conocido a Luz ni a Lincoln. Luego, del segundo, dice que supo, y aconsejado por un mal político y por un mal hombre, quiso lanzar sobre Cuba toda la hez del Sur derrotado.
Sin embargo, venidos de allá de América, donde habían presenciado el gran debate en el Sur y el Norte, no pocos cubanos quisieron luchar también por la libertad de su patria.  En Cuba el movimiento de búsqueda de la anexión a la nación norteamericana se fue debilitando en la medida en que el Sur iba siendo derrotado.  Otros creían que era posible un camino:  reformas, reformas y solo reformas.  La aspiración a una concesión política, más que a una conquista política.
De esa ardua batalla entre dos corrientes surgió una victoriosa que se empezó a manifestar en distintos puntos del occidente, el centro y el oriente.
Ya en 1851, en una plaza de Camagüey, Joaquín de Agüero era ejecutado.  Se dice que un joven, un adolescente fue llevado al dramático escenario de su ejecución y que mojó en su sangre su pañuelo; sería el que algunos llamarían:  Bayardo y otros El Mayor, el letrado, el poderoso defensor de las ideas políticas y sociales, el que sería Mayor General del Ejército Libertador y líder del pensamiento abolicionista en Camagüey.
Mientras, en Oriente, más allá de Jobabo se reunían una y otra vez, y así lo hicieron por penúltima vez en lo que llamaron la Convención de Tirsán, en un lugar nombrado San Miguel del Rompe.  Allí se escuchó la voz del más inquieto, del hombre de pequeña estatura, de grande y variado talento, abogado que había recorrido el mundo, buen jinete, jugador, afortunado, amante del amor y los placeres de la vida, pero dispuesto a renunciar a todo clamó por un levantamiento sin esperar más.
Otros con más riqueza, pero con no menos determinación aspiraban a un nuevo período de zafra para reunir con qué hacer la batalla definitiva, y sin embargo un juramento surgió de todos los conjurados:  Si esta conspiración es descubierta, el primero al que intenten apresar, se levantará.
La madrugada del 9 al 10 de octubre Céspedes, en el patio de su ingenio La Demajagua, con apenas 37 hombres, a la vista del Golfo de Guacanayabo y contemplando en el horizonte la sierra magnífica, se dirigió a aquellos compañeros suyos proclamando no solamente la necesidad de luchar y arrebatar las armas del adversario, único camino posible, sino lanzando un tizón encendido sobre una isla esclavista.  Sus propios esclavos serían libres y tendrían el derecho a luchar por su libertad y por su patria.
El concepto de patria se había unido a la ambición por una nación y en una fecha venturosa tomaron la primera de las ciudades orientales. Esa primera ciudad fue Bayamo, que después entregaron a las llamas en el momento en que todo parecía perdido.  A las puertas de las casas de los conjurados o de los jóvenes más comprometidos llegaron los primeros guerrilleros solicitando pan y armas.  En San Luis uno tocó a la puerta de Marcos y de Mariana, la insigne Mariana —este año es el bicentenario de su nacimiento—.  Poderosa madre de una nación que en ese momento pone a sus hijos de rodillas y les hace jurar, ante el Cristo que toma de la pared del aposento, que lucharán hasta morir por su patria, juramento que se cumplió para casi todos.
Años de lucha y de sacrificio.  Ninguna historia, ni española ni cubana, ha logrado hablar en toda su magnitud de lo que sufrió la familia, el niño, la mujer cubana, el campesino cubano.  Peleábamos contra un ejército aguerrido y batallador, que venía de vindicar sus querellas en la península, en las largas guerras carlistas y ahora, en Cuba, por decenas de miles enfrentaban el levantamiento de los cubanos.  Ya habían surgido entre nosotros guerrilleros temibles.  Ante el temor de la toma inexorable de Bayamo, esperó con un puñado de hombres escogidos, en un punto llamado las Ventas de Casanova, un guerrero dominicano acostumbrado a combatir en la guerra de restauración de su propia patria y contra el invasor extranjero; allí demostró que esa arma, usada hasta ahora para vindicaciones de honor o cortar caña, sería la más importante en la lucha.  Todavía se conserva en un museo en la península, una carabina cortada de un solo golpe por un machetazo fiero; tal fue el combate que duró segundos, que duró momentos, lo que permitió dar cuenta al enemigo de que había nacido un adversario, hijo de su sangre, que sería capaz de luchar por su libertad y alcanzarla.
Bayamo fue incendiada como una nueva Numancia y eso les anunció el futuro y el destino.  Ya en 1853, en una humilde casa de la calle Paula, hijo de español y de española, había nacido José Martí.  En ese mismo año muere el Padre Varela, en San Agustín de la Florida, y muere Domingo del Monte, en Barcelona, dos poderosos pensadores se extinguen.  Pero más me interesa el primero; el segundo, hombre de gusto, literato, diseñador de vida social y pensador agudo.  El primero, revolucionario integral, que opta por la abolición de la esclavitud, por el reconocimiento de la independencia americana, que se convierte en defensor de los pobres, que publica su periódico y lo envía a Cuba.
Sus discípulos le lloraron, pero nadie sabía entonces que en la propia pila bautismal en que había sido bautizado José Julián, había sido también bautizado el Padre Varela. Cuando desapareció uno, nació el otro.
Y ese joven llamado a un poderoso destino es el que hoy evocamos, al conmemorar la hazaña de la unidad de la nación que él hizo nacer de la desesperación por el fracaso del magno esfuerzo después de tanto sacrificio; él, que leyó con amargura lo que ocurrió en los Mangos de Baraguá y escribió al General Antonio que tenía ante sí una de las páginas más hermosas de la historia de Cuba; él, que sintió como propio el honor de todo el pueblo y las lágrimas de ese pueblo; él, que sufrió las reconvenciones en su hogar; él, que llegó a tener una relación tan intensa y profunda con un padre, que siendo soldado y español, alcanzó a entender, al verlo herido y llagado, prisionero y enflaquecido, que su destino era otro, quizás diseñado en su hermoso poema Abdala, cuando presenta el duelo entre el yugo y la estrella y pide lo uno y lo otro, y está convencido, como afirma, de que esa estrella ilumina y mata.
Exilio, Centroamérica, la América del Sur, los cubanos dispersos, las acusaciones recíprocas, finalmente España, los Estados Unidos.  Allí vivió 14 años, y fue, como han afirmado sus cronistas, el cubano que más entendió en su tiempo aquella nación.  Admiró las virtudes de Emerson, las del padre Flanagan.  Admiró la obra colosal de la construcción del puente de Brooklyn.  Asistió puntualmente a las conferencias de Oscar Wilde, a las exposiciones de teatro; enamorose candorosamente de la hermosa bailarina española Charito Otero.  Pero más que todo, se dio cuenta del gran fenómeno que en aquella nación se forjaba y que, como había afirmado Bolívar en un momento de extraordinaria lucidez, parece llamada por la providencia a colmar a la América Latina de pobreza y miseria en nombre de la libertad.  Se dio cuenta de que si en 1868 nada pudieron esperar, de que, a pesar de que allí siempre existieron, existen y existirán amigos poderosos de Cuba, hubo una dicotomía entre el sentimiento de los amigos y la voluntad de un Estado que siempre quiso de una manera manifiesta impedir la realización de una independencia que creyó inoportuna. Creyó más bien en el cumplimiento de una doctrina trazada por uno de sus políticos, que planteaba que solamente extendiendo la mano en el momento de la madurez de la fruta, esta caería sencillamente en sus palmas.
No obstante todo ello, pasó de ser el orador de última fila, al primero.  Cada acto del 10 de Octubre, cada conmemoración cubana, el horroroso recuerdo del 27 de Noviembre, terrible suceso que le sorprendió en España, vuelve todos los años a llevar al orador a la tribuna y a unir lo que estaba desunido. Y de mil octavillas surgió un periódico, Patria, y de mil discursos surgió una orientación política, y de mil disposiciones y pequeñas organizaciones soñó con la creación de un partido político para dirigir una guerra de liberación nacional, anticipándose al concepto de que es imposible hacer una revolución sin una teoría revolucionaria.  Su teoría no era otra que nuestra historia, nuestro sacrificio, nuestro esfuerzo. Éramos una nación en ciernes, de derecho, pero no de hecho.
Llamado a poner empatía en la discordia, unió a Gómez y a Maceo.  Es inocultable que después del fracaso de 1884 y del encontronazo de Nueva York, ya no había posibilidad de una amistad fecunda para iniciar un nuevo proceso.  Hoy diríamos:  no hay condiciones objetivas.  Sin embargo, Maceo, en Costa Rica, preparaba a su contingente.  Preparaba Gómez, en la soledad de Montecristi, en República Dominicana, o cuando antes se encontraron en la construcción del canal de Panamá amigos dispuestos a ayudar, a dar amparo, a ofrecer techo y pan a los emigrados que por todas partes soñaban y querían su patria. Y de esa forma surgió la organización un 10 de abril, que es un día crítico en la historia de Cuba, el día de la gloriosa Asamblea Constituyente de Guáimaro, donde nació la utopía democrática del pueblo cubano; pero donde también se le puso plomo a las alas de la revolución, donde se pensó que era posible hacer una república de leyes cuando no éramos dueños más que del espacio que pisaban los campamentos y los caballos de los libertadores. En medio de esa realidad, un 10 de abril hace nacer su creación más completa:  el partido político, un partido unitario que convocaría al pueblo cubano a una guerra que él consideró inevitable y, después, necesaria.
Inevitable, porque en sus sentimientos nobles, generosos, en su íntima y profunda convicción él había reclamado en su famoso Manifiesto a la República Española, que no le pediría lo imposible, pero le pedía lo posible:  los derechos conculcados de Cuba, la representación de Cuba, el derecho de estudiar, de interpretar, de conocer que éramos diferentes. Nada de esto fue escuchado, solamente muchos solidarios en España y en otras partes del mundo creían en la causa de Cuba.
Ahora todo sería más difícil:  había un alto desarrollo de la tecnología militar, una situación nueva en el continente americano, las repúblicas sufrían los padecimientos de sus propias divisiones cuando habían dejado intactos trono y altar después del esfuerzo inmenso de la primera batalla.
Recordaban aún las dolorosas palabras de Bolívar en Santa Marta:  “He arado en el mar”; la tristeza de San Martín al regresar y encontrar su país dividido; la pena de O’Higgins al morir en Lima, apartado de su tierra amada; el dolor tremendo de Francisco de Morazán al verse capturado y ejecutado por sus propios compañeros, y aún pesaba aquella maldición casi bíblica que había lanzado Miranda, cuando el gran precursor al ser entregado prisionero a las puertas de una nave española, que lo llevará a una prisión perpetua y definitiva, al reconocer los que cometen aquel parricidio, responde:  “Bochinche y solo bochinche es lo que saben hacer ustedes”.
Por sobre toda esa historia se levantó Martí, era  vasta y grande su cultura como ha señalado uno de sus biógrafos, subía y bajaba escaleras como quien no tenía pulmones, su voz era clara y nítida, su poder de convencimiento grande.  Era, al mismo tiempo, un escritor incansable, cuya hermosa letra inicial se había transformado prácticamente en líneas inteligibles solo para los paleógrafos. Faltaba tiempo, le faltaba tiempo.
Cuando todo estuvo preparado y dispuesto, cuando creyó que todo estaba organizado, cuando había logrado visitar a Mariana Grajales en Jamaica, que ya ciega le acaricia la cabeza y prácticamente con este gesto noble y de rodillas envía un abrazo fraterno al hijo que tanto amaba, a la madre que nunca pudo ver su patria libre; cuando ya separado de todo bien personal, lejos su esposa, apartado de su hijo, muerto su padre, dispersos sus amigos, se le vio pobre en Estados Unidos, trabajando en el invierno ganando el pan, fundando la Liga para educar a los negros cubanos, que bajo la orientación de Rafael Serra se reunían y le llamaban, con cariño y con devoción, Maestro y Apóstol.  ¡Qué torpeza tratar de despojarlo de un título tan importante, Apóstol:  el que lleva la palabra, el que trasmite un mensaje nuevo y ese fue su mensaje!
Cuando en el puerto de Fernandina se perdieron las naves creyó enloquecer, pero transformándose de José Martí en Orestes, que fue siempre el seudónimo de sus escritos y su seudónimo político, viajó de inmediato a la República Dominicana para buscar al general Gómez en Montecristi, en aquella casa donde en breves días, el 25 de marzo, se cumplirán también 120 años de la firma del poderoso Manifiesto llamando a las armas al pueblo cubano, a los españoles que nada debían de temer si respetaban la patria que había de fundarse.  Hubo discordias, no se lograba entender qué estaba ocurriendo.  Hoy es fácil para nosotros hacerlo a través de un teléfono, de un mensaje; entonces solamente era el telégrafo con su lenguaje críptico el que anunciaba que la hora había llegado.


Foto: Calixto N. Llanes.
Maceo había estado años antes en Cuba y conocía el estado político del país, y en este momento, vacilaba en poder salir hacia Cuba, porque no sabía qué estaba pasando en Estados Unidos y el dinero que se ofrecía para fletar una nave y llegar sanos y salvos no aparecía.
Gómez estaba igualmente pobre en Santo Domingo, apenas unos centavos para poder tomar esa determinación, y otros patriotas esperando en distintos lugares, y en Cuba mucha gente avisada en Oriente, en el Occidente, en Matanzas. De pronto el General dio la orden:  “Es necesario el alzamiento”, y Martí no vaciló en enviar el telegrama, que su amigo recoge en la estación de la Western Union en la calle Obispo, en La Habana Vieja:  “Giros agotados”, lo cual significaba que se había agotado el tiempo. Era la noche del 24 de febrero; el Capitán General tenía la convicción y las informaciones de que se tramaba realmente un movimiento.
Algunos dirigentes fueron capturados en La Habana. Juan Gualberto Gómez, comprometido con su hermano y amigo José Martí, se fue a Matanzas, a Ibarra, en busca del ingenio Vellocino de Oro donde había nacido, para levantarse con un grupo de compañeros y cumplir su palabra.
En Santiago, Guillermo Moncada quiso morir cumpliendo su palabra, enfermo de tisis, pero en el campo de Cuba libre.
En Baire se levantaron, y en Bayate se alzó también Bartolomé Masó, y todo el mundo esperaba solamente la llegada de los líderes.  Allá en España la conmoción fue grande, se había desmentido la propaganda autonomista, se había desmentido la propaganda anticubana de que todos eran sueños disparatados de un profeta enloquecido. Ahora solamente faltaba el arribo.
En admirable disciplina y en presencia de los generales y oficiales que estaban en Costa Rica, juraron Antonio y Flor aceptar las condiciones de viajar en las que el segundo le planteaba al primero, y así salieron hasta tomar la goleta Honor y arribar el 1ro. de abril a las costas de Cuba, en un punto del litoral baracoano:  “Soy yo, Antonio Maceo, que he vuelto”, gritó en lo alto del camino, mientras fogoneaba con su arma a los guerrilleros de Baracoa. El 11 de abril, día glorioso y memorable, en Playitas de Cajobabo desembarcaban Máximo Gómez y José Martí.
Hace 20 años el Jefe de la Revolución me pidió contar esta historia.  Con profunda emoción y como se sube a encender la llama en lo alto del cenotafio donde están los restos de los caídos, traté de cumplir mi deber. Confieso que ha sido un gran honor aquel y este que usted, General Presidente, hoy me ha conferido.
Pero algo más debo decir:  El hecho importante y trascendental es que entonces concluí mis palabras clamando porque se levantaran de las tumbas los muertos gloriosos del 10 de Octubre y del 24 de Febrero; clamé por los mártires, por las heroínas, por las cubanas que bordaron banderas pidiéndoles atravesarnos en el camino de un enemigo y adversario implacable que, todo parecía indicar, venía esta vez a cercenar de forma definitiva, jugando con los azares de la historia, el destino de Cuba; pero no fue posible.
Hoy, 20 años después, estamos aquí de pie, en una coyuntura diferente.  Nos hemos presentado con hidalguía bajo los mismos mangos orientales, para enfrentarnos con el caballeroso adversario que ofrece al menos detener por un tiempo la mano agresora y darnos la oportunidad de discutir lo que lógicamente será necesario debatir bastante.
Ahora más que nunca hace falta la unidad de la nación, ahora más que nunca la prenda más preciosa debe ser conservada.  La fortaleza que nos ha permitido llegar hasta aquí fue aquella que vi esa otra noche de abril en Playitas de Cajobabo cuando, convocados por el líder de la Revolución, llegamos a aquella hora oscura de la noche a la orilla de la playa.  Él llevaba la bandera cubana en el asta que le trajo uno de sus ayudantes, y entonces, entrando en el agua a la altura prácticamente del tobillo, se abrió de pronto en el cielo la luna blanca y movió la bandera de Cuba hacia el Sur, hacia el Norte, hacia el Este y hacia el Oeste, diciendo:  ¡Aquí estamos!
Y aquí estamos hoy, ¡oh, patria amada!, ¡oh, bandera dulce, por la cual tantos lucharon!  No importa que tú, Maestro generoso, te hayas ido tan pronto, aquel 19 de mayo, tuviste una profunda convicción, convicción profunda:  “Yo sé desaparecer, pero mis ideas prevalecerán.”
Y esas ideas han prevalecido.  Fueron las ideas que se defendieron en el proceso histórico del Moncada.  Fueron las que conquistaron a los muchachos que se reunían en la calle de Prado para escuchar la voz de aquel joven que había irrumpido en la universidad como un torbellino, y de quien me dijo una de sus hermanas:  un día volvió a la casa y papá ya lo sabía: “Vienes a buscar al chiquito”.  El chiquito está aquí con nosotros, y el grande está con nosotros todavía.
¡Viva Cuba! (Ovación.)




Cuente la Patria con estos Cinco soldados

http://www.granma.cu/cuba/2015-02-25/cuente-la-patria-con-estos-cinco-soldados

De Granma - 


Gerardo Hernández Nordelo
Nació el 4 de junio de 1965 en La Habana. Transitó por los diversos ni­veles de en­se­ñanza estudiantil, carac­terizándose por sus buenos resul­tados aca­démicos. En 1980 in­tegró las filas de la Unión de Jóvenes Co­munistas y en 1989 se graduó de Licen­ciatura en Re­la­ciones Políticas Internacionales en el Instituto Superior de Relaciones Inter­na­cio­nales “Raúl Roa García.”
Entre los años 1989 y 1990, cumplió mi­sión inter­nacionalista en la República Popular de Angola. En 1993 ingresó en el Partido Co­mu­nista de Cuba.
Desde mediados de 1990, con el objetivo de pro­teger a Cuba, cumplió misiones que previnieron a nues­tro pue­blo de acciones terroristas. Fue detenido el 12 de septiembre de 1998 y condenado injustamente a dos cadenas perpetuas más 15 años de privación de libertad. Se le negó el derecho a re­sentencia. Du­rante el tiempo de re­clusión su conducta fue un ejemplo a seguir para el resto de sus compañeros. El 17 de diciembre del 2014, como re­sultado de un acuerdo bi­lateral entre Cuba y EE.UU. fue puesto en libertad.
Es caricaturista. Una parte de su obra ha sido publicada en la prensa, expuesta en galerías de arte y recogida en va­rios libros.

Ramón Labañino Salazar
Nació el 9 de junio de 1963 en La Habana. 
Transitó por los diferentes niveles de ense­ñanza con buenos resultados do­centes.
En 1986 se graduó con Diploma de Oro de Li­cenciatura en Economía en la Universidad de La Habana. En 1987 ingresó a las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas y en 1991 en el Partido Comu­nista de Cuba.
Desde 1990 cumplió importantes mi­siones en los Estados Unidos pa­ra impedir el accionar de grupos con­tra­rre­volucionarios radicados en Mia­mi. El 12 de septiembre de 1998 fue detenido y posteriormente conde­nado injustamente a cadena perpetua más 18 años.
El 9 de diciembre del 2001, luego de un largo proceso, fue resentenciado a 30 años de prisión.
Durante la estancia de encar­ce­la­miento, su con­dición revolucionaria no claudicó y mantuvo sus prin­cipios por encima de las ignominias. El 17 de di­ciem­bre del 2014, como resultado de un acuerdo bilateral entre Cuba y EE.UU., fue puesto en libertad. 
  
Antonio Guerrero Rodríguez
Nació el 16 de octubre de 1958 en Miami, Estados Unidos. Su familia re­gresó a Cuba a finales de este mismo año. Cursó sus estudios medio superior en la Escuela Vocacional “Vladimir Ilich Lenin”, centro donde integró las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas.
En 1983 se graduó como Ingeniero en Cons­truc­ciones de Aeródromos en Kiev, antigua Unión de Re­públicas So­cialistas Soviéticas. Trabajó en el Ins­tituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC) y par­ticipó en la ampliación del Aeropuerto Inter­na­cional “Antonio Ma­ceo” de San­tiago de Cuba. En 1989 in­gresó en el Partido Comunista de Cuba (PCC).
A partir de 1992 cumplió misiones dirigidas a prevenir acciones terro­ris­tas contra nuestro país. El 12 de septiembre de 1998 fue detenido por las autoridades norteamericanas y con­denado in­jus­tamente a cadena per­petua más 10 años de privación de libertad. En el 2009 fue resentenciado a 21 años y 10 meses de privación de libertad. El 17 de diciembre del 2014, como resultado de un acuerdo bilateral entre Cuba y EE.UU., fue puesto en libertad.
Durante los 16 años de prisión se dedicó a la creación de una abundante obra plástica y poética; muchos de sus poemas han sido musicalizados. 
  
Fernando González Llort
Nació el 18 de agosto de 1963 en La Habana. Du­rante sus estudios en las di­ferentes enseñanzas se destacó por sus resultados académicos. Ingresó a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en 1981. Rea­lizó sus estudios univer­si­ta­rios en el Ins­tituto Superior de Re­laciones Inter­nacionales “Raúl Roa Gar­cía” y ocu­pó res­ponsabilidades po­lí­ti­cas en la Fe­deración Estu­diantil Uni­versitaria y en la UJC. Se graduó con Di­ploma de Oro en 1987.
Entre 1987 y 1989 cumplió misión in­terna­cio­nalista en la República Popular de Angola, inte­grán­dose a una brigada de tanques. Ingresó a las filas del Partido Comunista de Cuba en 1988.
Desde inicio de la década del 90 se le encomendó cumplir misiones en­cami­na­das a prevenir acciones terroristas contra nuestro país. Fue detenido el 12 de septiembre de 1998 y condenado injustamente a 19 años de prisión. El 9 de diciembre del 2001 se le modificó la sanción a 17 años y 9 meses, la cual cumplió íntegramente. Llegó a la Patria el 28 de fe­brero del 2014.
Una vez en Cuba fue designado Vice­pre­si­dente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) y apo­yó incansablemente la cam­paña de lucha por el regreso de sus tres her­manos.
  
René González Sehwerert
Nació el 13 de agosto de 1956 en Chi­cago, Estados Unidos. En 1970 in­gresó a la Unión de Jóvenes Comunistas.
En 1977 cumplió misión inter­na­cionalista en la República Popular de Angola, y en 1982 se graduó de Piloto Instructor de Vuelo y especialista en técnicas de aviación en la escuela “Carlos Ulloa” de Pinar del Río.
Ingresó a las filas del Partido Co­munista de Cuba en 1990.
A finales de 1990 partió hacia los Es­tados Unidos para cumplir misiones di­rigidas a prevenir a Cuba de acciones te­rroristas. Fue detenido el 12 de sep­tiem­bre de 1998 y condenado injustamente a 15 años de prisión, los cuales cumplió íntegramente. El 7 de octubre del 2011 salió de prisión, viéndose obligado a permanecer 18 meses en EE.UU. bajo el régimen de libertad supervisada.
El 10 de mayo de 2013, la corte de los Estados Unidos accedió a que per­ma­neciera en Cuba el resto del tiempo de su libertad supervisada, bajo la con­di­ción de que renunciara a su ciuda­danía estadouni­dense.
Una vez en la patria, dedicó todos sus esfuerzos a la campaña de lucha por el regreso de sus cuatro hermanos.

Raúl Castro otorga a los Cinco el Título de Héroe de la República de Cuba

De Resumen Latinoamericano
  Con la entrega de los títulos de Héroes de la República de Cuba a Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, René González y Fernando González, se celebró en la capital el 120 del reinicio de la Guerra de Independencia, en ceremonia a la que asistió el Presidente cubano, General de Ejército Raúl Castro Ruz.
En la tarde de este martes, el Palacio de Convenciones de La Habana acoge el solemne acto para reconocer a los antiterroristas cubanos, quienes fueron injustamente condenados en Estados Unidos por monitorear las acciones que amenazaban la seguridad de su país.
El acto abrió con un documental que recordó los más de 15 años de lucha del pueblo cubano y de la solidaridad internacional por el regreso de los Cinco, con la emoción de las palabras del líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, cuando aseguró: ¡Volverán!
El Secretario del Consejo de Estado, Homero Acosta, leyó la decisión de otorgarles como condecoración anexa al Título de Héroe de la República de Cuba, la Orden Playa Girón. “Reciban en nombre de este pueblo las condecoraciones de que se han hecho acreedores por la voluntad y firmeza demostradas durante16 años de injusto y cruel encierro”, enfatizó Acosta.

Acto seguido, Raúl entregó el Título de Héroe de la República de Cuba y la Orden Playa Girón a -en ese orden- Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, Antonio Guerrero Rodríguez,  Fernando González Llort y René Gonzalez Sehwerert.

Por su fidelidad a las ideas de José Martí, Apóstol de nuestra independencia, les había sido conferida a los Cinco esa condecoración en su ausencia, el 29 de diciembre de 2001, en una sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Habla Gerardo en nombre de sus hermanos de lucha.


Honrar a las cubanas y cubanas que hace 120 años se levantaron en armas por la independencia, “es la mejor manera de recibir el título honorífico de la República de Cuba”, dijo Gerardo Hernández al hablar en nombre de sus compañeros.

“Nuestro mérito no es otro que cumplir con nuestro deber”, aseguró.

El primer pensamiento de los Cinco fue para “un hombre que nos enseñó que la palabra rendición no existe para un revolucionarios”, y  añadió: “Comandante en Jefe, esta condecoración que hoy con orgullo recibimos es también suya”.


“Nuestra misión no ha terminado, pueden sumarse”, dijo Gerardo a aquellos compatriotas que han comentado su disposición de hacer el sacrificio de los Cinco. La actualización del modelo socialista cubano exige actuar con compromiso, inteligencia, y dijo: “Hay y habrá muchas maneras de defender a Cuba, y Cuba necesitará muchas maneras leales de defenderla”.
Dedicó el título al pueblo cubano que hizo suya la causa de Los Cinco, y también a quienes en otros países los apoyaron: “Agradecemos a los hermanos del mundo que lucharon estos 16 años y les decimos que la condecoración es también de ustedes”, expresó.

Cuente la patria con estos cinco soldados que ratificamos el compromiso de servirle hasta el último día, subrayó Hernández también en nombre de Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González.
René y Fernando expiraron íntegramente sus sentencias, mientras que Hernández, Labañino y Guerrero fueron liberados el 17 de diciembre pasado como parte del anunciado proceso de restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.

Eusebio Leal: Ahora, más que nunca, se necesita la unidad de la nación
El concepto de cubano viene del nombre de nuestra isla, Cuba. Nunca pudo ser cambiado: “el nombre sonoro y breve quedó prendido en el corazón de quienes lo escucharon por vez primera”, comienza su discurso Eusebio Leal, el Historiador de la Ciudad de La Habana, quien hizo la intervención especial en el acto y armó un discurso en el que repasó emotiva y documentalmente toda la Historia de la Isla que condujo a los hechos del 24 de febrero.

Entonces éramos un país, la patria comenzó a ser luego un sueño, una aspiración, y más tarde, la nación fue un derecho. “No hay patria sin virtud”, recordó Leal a Félix Varela.

Recordó el martirologio de Joaquín Agüero y sus compañeros en 1851. De esos precursores, Agüero significó el nacimiento de una leyenda, que está unida —por trágico que parezca— a la memoria del que muchas generaciones llamaron Bayardo: este conservaba un pañuelo con la sangre de aquel patriota.

Leal también habló de Mariana, “poderosa madre de una nación”, que le hace jurar a sus hijos que “todos lucharán por su hermosa patria”, y enfatizó que la independencia de Cuba está levantada sobre años de sacrificio, para le niño, la mujer y el hombre cubano.

Hiló esta idea con la quema de Bayamo, una “nueva Numancia”,  que recordaría al opresor la estirpe que, como raíz medular, alimentaba el sentimiento del pueblo que lo había acunado.

Habló de Martí, de su duelo entre el “yugo y la estrella” que “ilumina y mata”. Admite que es el cubano que mejor entendió a Estados Unidos y que compartió con Bolívar la idea de que la nación del Norte “parece destinada por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad.”

Eusebio resaltó que un día como hoy, 120 años atrás, comenzó el levantamiento del pueblo cubano para alcanzar su total independencia, mas el amor por esa soberanía nació cuando los de distintas latitudes llegaron desde Europa, de África, se mezclaron con las comunidades indígenas e unieron su sangre para formar algo que José Martí llamaría “dulcísimo misterio”.

Ahora, más que nunca, se necesita la unidad de la nación, dijo el Historiador de la Ciudad, y añadió que la unidad es “la prenda más preciosa que debe ser conservada”.

Refirió una anécdota cuando —en abril, 20 años atrás— fue invitado por el líder de la Revolución Cubana a Playitas de Cajobabo, por donde desembarcara Martí, precisamente para iniciar la Guerra Necesaria. Y más adelante sentenció:

“Aquí estamos hoy, ¡oh patria amada, oh bandera dulce, por la cual tantos lucharon! No importa que tú maestro generoso te hayas ido tan pronto, aquel 19 de mayo. Tuviste una profunda convicción, convicción profunda. Yo sé desaparecer, pero mis ideas prevalecerán, y esas ideas han prevalecido, y fueron las ideas que se defendieron en el proceso histórico del Moncada, fueron las ideas de los muchachos que se reunían en la calle del Prado para escuchar la voz de aquel joven salido de la universidad como un torbellino”.

El acto de reconocimiento a los Cinco Héroes fue transmitido por Cubavisión, Cubavisión Internacional, Radio Rebelde y Radio Habana Cuba. Asistieron miembros del Secretariado del Comité Central del Partido, del Consejo de Estado, y una representación de las familias de Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.

El acto cerró con la compañía cubana de teatro infantil La Colmenita, que rindió homenaje, con su obra Abracadabra, a los Cinco.




FOTOS: HÉCTOR PLANES (de la Corresponsalía de Resumen Latinoamericano en Cuba)

lunes, 23 de febrero de 2015

En silencio tuvo que ser: Momentos inolvidables del regreso de Los Cinco (video)


Recordando nuevamente para ver que no fue un sueño.


Cuba Hoy - En silencio tuvo que ser: Momentos inolvidables del regreso de Los Cinco .

En silencio tuvo que ser: Momentos inolvidables del regreso de Los ...
Cuba Hoy
"En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pª alcanzar sobre ellas el fin". José Martí.

ADUANA GENERAL DE LA REPÚBLICA OTORGA MEDALLA A LOS CINCO

Fotos Roberto Carlos Medina
La Medalla Aniversario 50 de la Aduana General de la República (AGR) les fue conferida a los Héroes de la República de Cuba Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort y René González Sehwerert, durante el acto por la celebración de los 52 años de constituida la entidad.
  El vicealmirante ® Pedro Pérez Betancourt impuso la insignia a los Cinco como símbolo de gratitud a quienes durante más de 16 años cumplieron injustas condenas por evitar actos terroristas contra los pueblos cubano y norteamericano.
Cinco niños premiados en el Concurso de Pintura convocado por la institución, entregaron sus dibujos a los Cinco, quienes agradecieron ambos gestos. En la actividad estaban presentes los seis exagentes de la Seguridad del Estado que integraron las Razones de Cuba.
Gerardo Hernández, al hablar en nombre de sus compañeros, se refirió a los grandes retos que tiene la Aduana a partir de que se incremente el intercambio entre los pueblos de Cuba y Estados Unidos, y recordó que entre los prisioneros con quienes ellos compartieron las prisiones los había muy buenos, pero otros muy malos, criminales incluso, que estarían dispuestos después de liberados a seguir delinquiendo.
Dijo que entre quienes tendrán que trabajar más están los de la lucha antidroga, dada la cantidad de formas y contenidos que se han inventado últimamente para comercializar estas sustancias nocivas, y afirmó su confianza en que los trabajadores de la Aduana están muy bien preparados para realizar esas labores.
Sentenció que reciben este reconocimiento como símbolo del cariño del pueblo cubano y en especial de los trabajadores de la institución.
También dieron lectura a una carta del director de la AGR, y se entregaron reconocimientos a trabajadores que durante 40 o más años han mantenido una trayectoria destacada en sus labores.
Trovadores, humoristas y grupos musicales regalaron su arte a los galardonados y trabajadores en general.
La Aduana General de la República fue creada el 5 de febrero de 1963 como garante infranqueable de las fronteras cubanas.

ENTREGAN A LOS CINCO MEDALLA POR EL 50 ANIVERSARIO DE LA ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL

  2 febrero 2015
Fotos: Héctor Planes
Texto: Corresponsales de Resumen Latinoamericano en Cuba

Concierto especial en saludo al regreso de nuestros 5 Héroes.

La sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, dio inicio este domingo 1ro de febrero a
la Temporada de Conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba con un Concierto
que estremeció al numeroso público, dedicado al regreso de los Cinco
Patriotas cubanos.
El máximo organismo musical decidió unánimemente condecorar a nuestros 5 hermanos con la medalla “50 Aniversario de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba” dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa.
El solista invitado para acompañar la Orquesta en esta especial ocasión, fue el maestro Frank Fernández, quien deleitó al público interpretando también obras de su autoría.
En esa mañana donde la emoción estuvo a flor de piel, Guillermo Amores, en nombre de los rumberos cubanos entregó un diploma como reconocimiento al aclamado pianista Frank Fernández, por su apoyo al Rumbón de la Victoria realizado en diciembre pasado, para celebrar el regreso de los Cinco a su Patria y el nuevo aniversario del triunfo de la Revolución Cubana.

Un regalo especial en nombre de todos los músicos de la OSN, fue una muñequita de tela, genuinamente cubana, para la preciosa Gema, hija de Gerardo y Adriana.

El maestro Frank Fernández, dedicó a las madres, esposas y compañeras de la
solidaridad internacional temas de la banda sonora de la serie "La Gran Rebelión" y el documental “Cuando pienso en el Che”.

En un gesto inolvidable el célebre pianista y el director Pérez Mesa entregaron los ramos de flores con los que fueron agasajados al Comité Internacional.

Presentacion del libro de Gerardo

  Presentan libro de caricaturas de Gerardo
2 febrero 2015

Gerardo Hernández Nordelo, uno de Los Cinco Héroes cubanos, durante la presentación de su libro en inglés "El humor desde mi pluma", en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, La Habana, Cuba, el 2 de febrero de 2015. AIN/Fostos Héctor Planes
Gerardo Hernández Nordelo, uno de Los Cinco Héroes cubanos, durante la presentación de su libro en inglés “El humor desde mi pluma”, en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, La Habana, Cuba, el 2 de febrero de 2015. Foto:Tony HERNÁNDEZ MENA/ AIN

El libro El humor desde mi pluma, dibujos de Gerardo Hernández Nordelo acaba de publicarse en Estados Unidos por la editorial Letra Viva, y esta tarde se presentó en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP). Contiene las principales caricaturas creadas por este Héroe cubano durante los 16 años de su injusto encarcelamiento en diversas prisiones federales.
El libro incluye un prólogo del conocido actor afroamericano Danny Glover, quien visitó varias veces a Gerardo en la prisión, y un epílogo escrito por Gilber Brownstone, presidente de la Fundación Brownstone.
Al referirse al texto, elaborado por el Comité Nacional Ucraniano por la Libertad de los Antiterroristas, Hernández Nordelo agradeció el esfuerzo de muchos por la concreción del libro, que ha circulado ya en territorio estadounidense.
Explicó que durante su encarcelamiento en Estados Unidos, antes de escribir largos mensajes y cartas, prefería hacer una caricatura en la que expresara los sentimientos de resistencia de él y de sus hermanos de prisión.

El libro El humor desde mi pluma, de Gerardo Hernández, reúne 36 caricaturas, algunos logotipos hechos por el autor, y fotografías de personalidades que lo visitaron en la cárcel.
Los Cinco derrotaron el odio y la mentira.
Durante la presentación en el ICAP del libro El humor desde mi pluma, de Gerardo Hernández, luchadores por la liberación de los antiterroristas expresaron su satisfacción por el regreso de los héroes, y narraron anécdotas de esa gran batalla.

Los presentes destacaron cómo la unidad de muchas personas en el mundo floreció en esa lucha titánica, y expresaron que Los Cinco junto con la dignidad del pueblo cubano y del líder histórico Fidel Castro, derrotaron el odio y la mentira del imperio.

El libro El humor desde mi pluma, de Gerardo Hernández, tiene un prólogo del reconocido actor afroamericano Danny Glober, una reflexión del propio autor, y unas palabras de su esposa Adriana Pérez.

El héroe Antonio Guerrero, dio a conocer también que la editorial Pathfinder editó un libro con las 16 acuarelas pintadas por él, y que integran la exposición denominada Absueltos por la solidaridad.