lunes, 22 de julio de 2013

“Trataron que la evidencia sobre el terrorismo contra Cuba no se viera”

21/07/2013
Entrevista de Miradas al Sur (periódico de Argentina)  con René González Sehwerert. El liberado de los Cinco, condenado en un juicio bajo presión del anticastrismo en Miami junto con otros cuatro agentes, salió en libertad condicional, viajó a su país y cambio de renunciar a su ciudadanía estadounidense se queda en la isla y denuncia.


Arriba: René González. Tiene un diario del juicio que detalla las irregularidades que sufrieron los agentes.//Abajo:Olga Salanueva. Fue deportada cuando él rechazó colaborar.

De un breve viaje a un regreso definitivo.
René, después de tantos años lejos y en prisión, ¿ya te aclimataste a Cuba otra vez?
–Aquí pertenezco, es donde debo estar: entre mi pueblo, entre mi familia. No sé si aclimatación es el término correcto. Esta etapa es un poco complicada: hay que recorrer el país, hablar con los colectivos, reunirse con la gente… porque creo que lo menos que merece el pueblo de Cuba es ese agradecimiento. Por donde quiera que camino siento las muestras de cariño; iba por la Habana Vieja y me saludaban, me daban la mano o un abrazo, querían una fotografía… Hace poco fui a la Sierra Maestra y en lo más recóndito, un lugarcito por Las Mercedes, prácticamente en el fin del mundo, conocían a Los Cinco, conocen a mi familia por sus nombres. Todo eso me conmueve y me obliga. Trato de pagar un poco ese cariño con el recorrido por el país, con reuniones en teatros, en universidades. No es una vida común o típica; ya llegará el momento de aclimatarme a lo que se considera una vida normal.
–Eso no va a pasar hasta tanto no estén aquí Ramón [Labañino Salazar], Fernando [González Llort], Gerardo [Hernández Nordelo], Antonio [Guerrero Rodríguez]
–Cuando hablo de una vida normal me refiero a dedicarme a tiempo completo a generar ideas, buscar iniciativas, aunar acciones y aunar voluntades por la libertad de mis cuatro hermanos y, desde luego, hasta que ellos no regresen, esa va a ser mi vida.
–¿Ya empezaste a escribir el libro con esa gran cantidad de memorias que tienes? Todo lo que pasó en tu vida desde que te fuiste a Cuba hasta que regresaste, ¿va a ser un libro?
–No he decidido escribir eso todavía; puede que algún día. Pero sí hay un libro escrito, el diario del juicio. Por consideraciones legales siempre se evitó que se publicara: se consideraba que los fiscales lo podían utilizar en mi contra. Pero estando yo aquí ese proceso se va a terminar y algún día saldrá. Tengo en mente hacer un trabajo más breve con las caricaturas de Gerardo [Hernández] que integraron ese libro.
–¿Habrá un día una historia contada por ti, por Gerardo, por Antonio, por Fernando, por Ramón para las futuras generaciones?
–A los revolucionarios se nos critica porque hacemos la historia pero después no la escribimos… No lo sé. Por ahora el diario recoge aspectos del juicio que nadie conoce, porque es el día a día de lo que ocurrió; yo lo concebí como un homenaje a [mi esposa] Olguita… en realidad es una carta a Olguita. Empieza con el primer día de la selección del jurado y recorre todo el juicio: las mayores violaciones al debido proceso, a la legalidad norteamericana, los atropellos éticos que no son muy conocidos, porque se pierden dentro de las transcripciones, entre las evidencias, entre las cosas esenciales. Pero, por ejemplo, cuento cuando un fiscal chantajea a un testigo y lo amenaza con meterlo preso si testifica por la defensa. Esas cosas se perdieron sobre todo porque la prensa no cubrió el juicio. La de Miami se dedicó a hablar lo que quería y la de los Estados Unidos lo ignoró.
–Me llamó la atención en una entrevista que te hicieron en Radio Sancti Spíritus el tacto con que te referiste a otros compañeros de ustedes que, por salvar su libertad, pactaron con la Fiscalía, mintieron y testificaron o colaboraron. Ninguno de Los Cinco habló nunca del tema con encono ni con resentimiento.
–Es una posición ética. Esas personas hasta un momento fueron compañeros nuestros. Obviamente, su actitud después del juicio no es de alabar, por decirlo en términos moderados, porque desgraciadamente –y estas cosas no se conocen: el sistema legal norteamericano no es bonito como en las películas– cuando los fiscales logran quebrar tu voluntad y tu dignidad, te exigen una colaboración y una humillación que va más allá de lo humano. Esas personas, como nosotros, fueron sometidas a una presión terrible; sus familias en Cuba no tienen la culpa de las posiciones que ellos adoptaron. Uno de los matrimonios que decidió colaborar tenía una niña de cinco años que cuando se produce el arresto brutal cayó en pánico, tuvo un ataque de nervios y hubo que llevarla al hospital… son cosas que uno considera. Ellos no tuvieron la solidez de principios que tuvimos nosotros, pero personalmente sólo los ignoro.
–¿Hasta cuándo la Fiscalía intentó que se declararan culpables?
–La última que me propusieron un trato y me chantajearon fue justo antes del juicio. Me querían porque estaban empeñados en que durante el juicio no se hablara del terrorismo allí [en Miami] y así resultó de los pocos procesos, sino el único, en el que la Defensa quería que saliera a relucir toda la evidencia y la Fiscalía no. Trataron que la evidencia sobre el terrorismo contra Cuba no se viera en el juicio y se pasaron la mitad del tiempo tapando evidencias, incluso mediante mociones como cuando llegaron a poner una pidiéndole a la jueza que no se mencionara el tema porque combatir el terrorismo era la motivación de los acusados y la motivación no se debe discutir frente al jurado. En agosto de 2000 me propusieron que me declarase culpable de uno de los dos cargos, y que a partir de ahí negociáramos. Y me chantajearon con la situación migratoria de Olguita. En el último párrafo pusieron: “Este acuerdo no tiene que ver con la situación migratoria de su esposa”, como diciéndome “Si quieres, esto puede ser parte de la negociación”. Me resistí al chantaje y fui a juicio.
–Mientras estabas en las organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en Miami, ¿le brindaste información al Departamento Federal de Investigaciones (FBI)?
–Sí, ayudé a desmantelar dos operaciones de drogas que con el PUND, el Partido Unido Nacional Democrático. Ese grupo tomó cierta prominencia en 1993-1994, hicieron algunas incursiones armadas dentro de Cuba y asesinaron a un vecino de Caibarién cuando desembarcan, si mal no recuerdo para robarle el automóvil. En ese grupo se mezclaba el narcotráfico… Nunca sabías si ibas a una operación de narcotráfico o si era una operación contra Cuba… y efectivamente, colaboré con el FBI en esos dos casos. Hubo detenidos. También fue una forma de cortarle los suministros financieros, porque esos grupos utilizan las drogas para financiarse, a la vez que se usa el anticastrismo para la droga: es un círculo vicioso.
–René, tu regreso a Cuba me ha traído un problema con mi esposa: llevamos juntos cuatro años y yo ya no le tomo la mano cuando camino con ella, y donde quiera que tú sales con Olguita se los ve tomados de la mano como novios… ¿Cómo es hoy esta relación que ha pasado por tanto, ese vínculo afectivo tan importante que ha sufrido una separación obligada?
–Primero te sugiero que aproveches y le tomes la mano a tu esposa, y a todos los que estén casados les digo lo mismo, porque a veces olvidamos esos detalles; a lo mejor a mí, como estuve preso tanto tiempo y separado, ese detalle no se me ha olvidado. Olguita se merece todo el amor que yo pueda darle: ha sido no solo una madre ejemplar, una esposa ejemplar sino una cubana ejemplar. Tiene toda mi admiración. Estamos tratando, dentro de esta vorágine que nos ha impuesto la vida a mi regreso, de revivir ese amor y seguir siendo los novios que fuimos.
–Como sabes, hay un grupo de personas que mediante organizaciones o en los medios de Miami, bajo gran presión, hemos mantenido una posición firme en la defensa de Los Cinco, y también en el mundo existe un gran número de cubanos que se solidariza con los pedidos de libertad, los respaldan y los respetan. Otros tienen otros puntos de vista. ¿Qué les dirías a todos ellos? 
–A los que viven en resentimiento y odio les diría que se quiten ese peso de encima. Van contra la historia. Podrán entorpecer su desarrollo, pero se van a quedar detrás y se van a morir con su resentimiento y con su odio. Yo me he conmovido ante cubanos que vinieron en [la invasión a Playa] Girón, que con los años regresaron a Cuba de visita y cuando volvieron a Miami contaban esa experiencia conmovidos y llorando por la forma en que el pueblo cubano los había acogido, les había perdonado su incursión en Girón y los había recibido como cubanos. A los que no se meten en la política, que en su mayoría no odian a Cuba y quieren mantener relaciones con sus familiares y venir cuando puedan, y hasta ser parte del futuro de Cuba, les diría que los políticos que dicen representarlos no representan a la mayoría de los cubanos de Miami, sino a un segmento que ha hecho un negocio con el anticastrismo y que están por su dinero, por su poder político, por sus conexiones. Creo que lo menos que puede hacer un cubano medio de Miami que quiera a su familia es incorporarse y votar para hacer un cambio en Miami. Creo que importa mucho que algún día los políticos de Miami representen realmente a la gente y no a un grupo de terroristas y de delincuentes, que cada vez son menos y que se están muriendo. Y a los cubanos que sí se han incorporado a la lucha política por nosotros, y que sabemos que lo hacen en condiciones muy difíciles, para las que se requiere de mucho valor, quiero agradecerle por nosotros Cinco, porque sabemos que han hecho mucho y con sacrificio y entusiasmo, y les debemos recibirlos aquí, como ahora hablamos nosotros, como he recibido a Max [Lesnik]. Nuestro agradecimiento profundo por todo lo que han hecho, y nuestra admiración.
Emitido en el programa La tarde se mueve, de Miami, en 14.50 AM. Se reproduce por gentileza de su conductor y autor de la entrevista.
El 12 de septiembre de 1998, cuando los agentes del FBI arrestaron a René González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, comenzó el caso de Los Cinco: agentes cubanos condenados -con penas máximas, resabios de la Guerra Fría; una de ella a prisión perpetua: la de Hernández- en los Estados Unidos acusados de espionaje, mientras el gobierno de La Habana insiste en que su misión era infiltrar grupos de exiliados que realizaban acciones de terrorismo anticastrista para prevenir tragedias en la isla.
El trato que recibieron fue inusual: diecisiete meses en celdas de aislamiento antes de que comenzara el juicio; un proceso extensísimo -seis meses- en el 2000 bajo la presión de la prensa y los activistas contra la revolución que intimidó al jurado al punto de que la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declaró que “el proceso no tuvo lugar en el clima de objetividad e imparcialidad que se requiere para cumplir con la normas de un juicio justo”; intimidaciones y extorsión para que aceptaran negociar con la Fiscalía –de hecho, otros agentes cinco detenidos lo hicieron– que incluyeron la eliminación de la visa de residencia de la esposa de González, Olga Salanueva, quien no volvió a ver a su esposo desde el 2000
El año pasado González salió bajo libertad condicional, obligado a vivir en discreción y mudanzas regulares por temor a acciones del anticastrismo de Miami contra él, durante tres años. Pero el 22 de abril viajó a Cuba con un permiso para asistir a los recordatorios de su padre, muerto días antes. Como cumplió todas las condiciones, la jueza del Distrito Sur de la Florida, Joan A. Lenard, aceptó un pedido anterior de González y sus abogados: que le permitieran renunciar a su ciudadanía estadounidense y no volver a pisar ese territorio. “El acusado podrá cumplir el resto de su período de libertad supervisada en Cuba y no tendrá que volver a Estados Unidos”, estableció la orden emitida en Miami por la jueza el 3 de mayo. Así, González y Salanueva se reunieron y él conoció a su primer nieto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario