Reciben glorias deportivas del equipo Industriales bates firmados por Gerardo Hernández y construidos por el canadiense Bill Ryan
Por Nyliam Vázquez García
No importa que Gerardo Hernández Nordelo lleve más de 15 años en una prisión de máxima seguridad de Estados Unidos, ni que Bill Ryan sea un obrero canadiense de 60 años de edad. Con una dedicación a toda prueba, cada uno desde su posición, se entregan a un proyecto que enaltece al deporte cubano, que premia a destacados atletas.
En la mañana de este jueves, un grupo de glorias deportivas del equipo de Industriales recibieron los bates hechos por Bill, que llevan el logo de los Cinco, la firma de Gerardo, el escudo del equipo capitalino, el nombre y el número de cada uno de los peloteros y un mensaje del Héroe por el 50 aniversario del equipo azul.
Aunque a destiempo, porque el proceso de construir los bates es complejo y hacerlos llegar puede ser otro tanto, el propósito de Gerardo, un apasionado fanático de Industriales, y de Bill, quien siempre tiene fuerzas y tiempo para los bates Cubacán (la marca que les puso Gerardo), fue recompensado con los rostros de los peloteros premiados.
Enrique Díaz, Juan Padilla, Javier Méndez, Rey Vicente Anglada, Lázaro Valle, Armando Ferreiro y Tony González mostraron su agradecimiento a los dos pilares del proyecto y también a quienes hicieron posible su materialización, en este caso, al entrenador del equipo de béisbol femenino de Canadá, André Lachance, quien esta vez trajo los bates a Cuba, y a Adriana, la esposa de Gerardo, quien acompaña a su amor con el apasionamiento beisbolero, pero sobre todo, quien pone manos a la obra y hace lo que a él injustamente le está negado: coordinar y hacer posible la entrega. Ella estuvo pendiente de los detalles y fue, como siempre, en más de 15 años la voz de Gerardo.
Adriana contó a los presentes, entre quienes también se encontraban directivos del Inder de La Habana, cómo había surgido la idea y destacó esencialmente la capacidad de Bill Ryan para inventar, para crear, para investigar y, en su tiempo libre, hacer los bates-trofeo, pero también otros de utilidad para entrenar y batear. Asimismo, trasladó el mensaje del hombre que aún tras las rejas trata de no perderse nada del deporte cubano y menos, de su equipo.
Por su parte, André Lachance, quien se autocalificó como «el mensajero», también aseguró que era un privilegio tener la oportunidad de compartir y hacer posible el reconocimiento a grandes atletas cubanos, a algunos de los cuales les debe todo lo que sabe del béisbol.
Juan Padilla agradeció el obsequio con la sencillez de la emoción; Anglada aseguró que ese bate con su nombre y la firma de Gerardo, hecho por Bill sería: «el más grande trofeo que voy a tener en mi casa», porque, según dijo, lo conmueve que en las condiciones de una prisión de máxima seguridad, Gerardo saque tiempo para el béisbol. «Tenemos a esos hombres, que nos hacen mejores», expresó.
Javier Méndez, en una carta entregada a Adriana, firmada por los peloteros premiados, destacó la posición de dignidad y principios de los Cinco y el modo en que los compromete. En la misiva los peloteros le dicen a Gerardo que lo están esperando para «echar un piquete».
El resto de los hombres que en su momento hicieron vibrar a los industrialistas, callaron su emoción y su agradecimiento. Algunos fuera del salón le estrecharon la mano a «el mensajero» y le dijeron solo a Adriana esas breves palabras que ellos querían que ella le transmitiera a su esposo y a Bill.
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