La Habana, 17 de abril de 2015
Por Ricardo Alarcón de Quesada
Se anunciaba una semana nublada y lluviosa, pero no cayó una sola gota y el sol se asomó a las tardes de Londres el 7 y el 8 de marzo cual si saludase la reunión de la Comisión Internacional para investigar el caso de los Cinco cubanos encarcelados en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo.
La naturaleza parecía sumarse a la necesidad de hacer luz sobre un proceso que ha sufrido la desinformación y el ocultamiento por más de quince años.
Tres jueces destacados de la India, Sudáfrica y Francia, en dos largas jornadas de trabajo, escucharon importantes testimonios de víctimas del terrorismo, de especialistas y abogados y les formularon preguntas agudas y esclarecedoras, en el amplio salón de la Law Society que acogió a más de 300 personas de 27 países. Participaron numerosas personalidades, entre ellas la escritora norteamericana Alice Walker, el ex Fiscal General de Estados Unidos Ramsey Clark, el vicepresidente del Parlamento Europeo Miguel Ángel Martínez y parlamentarios del Reino Unido, Irlanda, Alemania, Italia, Bélgica y otros países.
René González, uno de los Cinco que finalmente regresó a Cuba tras cumplir totalmente su injusta condena y había sido invitado a asistir a la reunión, no pudo hacerlo porque el Gobierno británico se negó a concederle el visado. Esta negativa fue protestada por la Campaña de Solidaridad con Cuba y por las organizaciones sindicales, todas ellas patrocinadoras del evento, quienes con el apoyo de parlamentarios de todos los partidos incluso apelaron, infructuosamente, ante los tribunales. René no pudo asistir pero, sin embargo, participó de manera muy eficaz.
Vía Skype hizo una amplia intervención y respondió numerosas preguntas de los jueces cubriendo detalladamente todos los aspectos del proceso más prolongado de la historia norteamericana. Los que quisieron silenciarlo fracasaron por completo.
Quien fue su abogado en el juicio de Miami, Philip Horowitz, ofreció una descripción de primera mano de esa farsa que denigra la idea de la justicia. Horowitz, había sido designado defensor de oficio y poco sabía entonces del conflicto Cuba-Estados Unidos más allá de lo que podía leer en Miami, pero vivió en carne propia el odio y los prejuicios anticubanos allí imperantes y hoy se declara orgulloso de ser amigo de René y comprende y respeta su causa.
Martín Garbus, afamado litigante y reconocido especialista en temas constitucionales, autor de varios libros y ensayos ampliamente difundidos, explicó el contenido y la significación de la apelación extraordinaria (Habeas Corpus) que promueve en nombre de Gerardo Hernández Nordelo, aun a la espera de un pronunciamiento de la jueza que le impuso la aberrante condena de dos cadenas perpetuas más quince años.
Garbus abundó sobre el papel desempeñado por los medios locales de Miami que, dirigidos y pagados por el Gobierno Federal, llevaron a cabo lo que la Corte de Apelaciones, en 2005, describió como “una tormenta perfecta” de odio y prejuicios que aseguraron el peor castigo para Gerardo mucho antes de que fuera constituido el tribunal. Entonces se ignoraba lo que sólo fue noticia en 2006, que esa
“tormenta perfecta” había sido el resultado de una operación encubierta del Gobierno. Desde entonces las autoridades se niegan a descubrir el alcance de esa operación. Aun así, se ha comprobado el empleo de varios millones de dólares, pero eso apenas es la punta del Iceberg. Algo parecido nunca antes se había registrado en los anales de la justicia norteamericana. Por violaciones incomparablemente menores cualquier tribunal fuera de Miami habría anulado el juicio y ordenado la libertad de los acusados.
“tormenta perfecta” había sido el resultado de una operación encubierta del Gobierno. Desde entonces las autoridades se niegan a descubrir el alcance de esa operación. Aun así, se ha comprobado el empleo de varios millones de dólares, pero eso apenas es la punta del Iceberg. Algo parecido nunca antes se había registrado en los anales de la justicia norteamericana. Por violaciones incomparablemente menores cualquier tribunal fuera de Miami habría anulado el juicio y ordenado la libertad de los acusados.
Peter Schey, presidente del Consejo para el Derecho Constitucional y los Derechos Humanos de California, presentó un valioso estudio sobre las violaciones al Derecho Internacional y a las leyes norteamericanas cometidas en este caso y demostró, a partir de las evidencias en el juicio, la absoluta falsedad de la más grave imputación contra Gerardo (conspiración para cometer asesinato) relacionada con el derribo en aguas cubanas de dos aeronaves pertenecientes a un grupo terrorista de Miami el 24 de febrero de 1996, hecho con el cual Gerardo nada tuvo que ver.
Desde esa fecha, por cierto, Washington se empeña por engañar acerca del lugar donde ocurrió el incidente. Hace varios años Schey y la institución que dirige han hecho innumerables gestiones, al amparo de la Ley de Libertad de Información, reclamando la divulgación de las imágenes tomadas aquel día por los satélites espaciales norteamericanos, esos instrumentos de espionaje que, hace décadas, registran día y noche lo que sucede en Cuba y sus mares. Es una demanda repetida ya durante mucho tiempo. Primero se negaron a entregarlas a la Comisión de la Organización de la Aviación Civil Internacional en la investigación que realizó sobre el suceso por encargo del Consejo de Seguridad de la ONU. Después se opusieron a que pudiera verlas el Tribunal de Miami. Hace años que rehúsan acceder a las numerosas peticiones de la institución californiana que ha recurrido a la vía judicial y aguarda ahora la decisión de la Corte de Apelaciones.
La estrategia principal de Estados Unidos ha sido siempre el ocultamiento para impedir que se conozca la verdad de este caso y obstaculizar así el necesario despliegue de la solidaridad internacional, especialmente la del pueblo de Estados Unidos al que quieren impedir que descubra que su Gobierno protege a terroristas y castiga a los héroes que luchan contra ese flagelo.
La reunión de Londres fue una importante contribución a esta difícil batalla.
Momento de especial significación fue el concierto en un teatro colmado por más de 1 800 personas. Allí hablaron Alice Walker e Irma González (hija de René) y diez excelentes artistas británicos dieron voz a los Cinco y sus familiares. El arte de Omara Portuondo y Eliades Ochoa fue culminación de una velada extraordinaria.
Concluidas las sesiones de la Comisión Investigadora, buena parte de la juventud londinense se concentró en la Plaza Trafalgar junto al grupo Rock Around the Blockade para reclamar la libertad de Gerardo, Ramón y Antonio. El domingo 9 de marzo amaneció con un sol radiante que iluminó el arribo de una anticipada primavera.
La lucha deberá continuar y multiplicarse hasta alcanzar la antigua promesa: “Nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación” (Malaquías, 4,2).
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