Este cumpleaños fue uno de los más felices para Cuba
Emilio Marin - El 1 de enero los cubanos festejaron el cumpleaños 56 de su revolución. Y fue uno de los más felices de la serie inaugurada en 1959, por la liberación de sus tres presos en EE UU. También por anuncios de normalización de relaciones con su vecino.
Cuba tenía muchos motivos para sentirse feliz en 2014, todo lo feliz que puede sentirse un país bloqueado por una superpotencia que mora a 90 millas del Malecón.
En marzo aprobó la ley N° 118 de inversiones extranjeras, promulgada en junio, poniendo en marcha una nueva etapa de inversiones. Y si da buenos resultados podría mejorar mucho la performance económica de su socialismo. Ya los está proporcionando en la Zona Económica Especial de Mariel, con aportes de capital brasileño. En enero estuvo Dilma Rousseff para inaugurar una parte de ese puerto para grandes contenedores que pinta como el mayor del Caribe.
Esa norma legal, fruto del debate de la Asamblea Nacional y de los Lineamientos de Política Económica y Social aprobados en el VI Congreso del PCC (2011), concita grandes expectativas. El Producto Bruto Interno aumentó este año 1,3 puntos, pero menos de lo planificado. Así lo admitió Raúl Castro en la clausura de las sesiones de ese parlamento, donde redobló la apuesta: en 2015 el PBI aumentará 4 por ciento.
Otro motivo para el festejo fue la II Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), que engalanó la capital cubana a fines de enero. Los 33 miembros de la entidad (todo el hemisferio menos Estados Unidos y Canadá) respaldaron a la isla frente al bloqueo estadounidense.
Y en línea con esa exigencia, los socios latinoamericanos fueron en setiembre la columna vertebral de la mayoría de la ONU. La 69° Asamblea General requirió el fin del bloqueo con una goleada de 188 votos a favor de Cuba y dos en contra (Israel y el bloqueador).
A las reiteradas felicitaciones de la Unesco, la Organización Mundial de la Salud y el PNUD de la ONU por sus logros educacionales, culturales, sanitarios y en índices de desarrollo humano, la Patria de José Martí añadió un lauro muy destacado por su lucha contra la epidemia de ébola en África. El 9 de setiembre el presidente Castro había hablado por teléfono con Ban Ki moon, secretario general de la ONU, comprometiéndose a aportar a esa campaña mundial. Y en los primeros días de octubre, con eficacia, una brigada médica de 266 cubanos ya estaba aterrizando en Sierra Leona, Liberia y Guinea. El imperio, en cambio, es rápido para mandar marines a países que no lo solicitan y después se quedan 13 años como en Afganistán (dicen que se van, pero aclaran que dejarán 12.000 soldados).
Fiesta en La Habana
Aquellos aspectos festivos, logrados a través de mucho sacrificio -los médicos cubanos no nacen de un repollo ni los trae la cigüeña-, tuvieron dos motivos extras de alegría.
La fecha clave fue el 17 de diciembre cuando Raúl Castro, en mensaje que Telesur puso en vivo para la región, informó que habían llegado a Cuba los tres héroes que permanecían presos en EE UU. Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero estaban prisioneros desde setiembre de 1998, por el “delito” de husmear en los círculos anticastristas de Miami para prevenir atentados terroristas contra su país. Un poco antes había llegado Fernando González y el año anterior René González; este primer liberado dijo que sólo se sentiría completamente libre cuando volviera el resto de sus compañeros.
Y así fue. Volvieron, tal como Fidel Castro había asegurado en un discurso de junio de 2001, el año en que la injusticia norteamericana condenó a los cinco muchachos a una pena exorbitante: en total, cuatro cadenas perpetuas y 77 años.
Cuba entregó a EE UU un espía capturado en 2009 en el aeropuerto José Martí, Alan Gross, y a otro espía de nacionalidad cubana infiltrado en la seguridad del Estado, que se reportaba a la CIA.
La gran mayoría de los 11.3 millones de cubanos fue feliz al recuperar ese quinteto que nunca bajó los brazos ni negoció rebajas de penas a cambio de delaciones o traiciones a su país.
La alegría del 17 de diciembre fue incluso más allá de aquella humanitaria e inesperada victoria. En términos políticos puede que lo más importante haya sido el anuncio del presidente Castro, corroborado en simultáneo por Barack Obama, de que empezaría un mejoramiento de las relaciones bilaterales con la sola condición del respeto mutuo. Se abrirán embajadas y se discutirán los temas de interés común, incluyendo el bloqueo.
En la isla y el mundo, donde los amigos de Cuba suman muchos millones, hubo emoción y lágrimas. El jefe de Estado cubano -fiel a su estilo medido- advirtió que todavía no se había resuelto lo principal que separa a ambas partes, que es precisamente el bloqueo.
Esa medida violatoria de las leyes internacionales provoca a la isla perjuicios millonarios porque tiene que comprar y vender alimentos y otros productos en mercados más lejanos en vez de hacerlo a sólo 150 kilómetros (la distancia entre Córdoba y Villa María, por ejemplo).
Hubo fiesta en La Habana, pero será completa cuando Obama tome medidas ejecutivas desarticulando el bloqueo, y alguna vez el Capitolio anule las infames leyes Torricelli (1992) y Helms-Burton (1996).
Está bien que los cubanos son revolucionarios muy pacientes, pero que no pasen otros 53 años de bloqueo. Ellos tienen necesidades y urgencias, y no pueden esperar a que Washington arregle feroces internas de demócratas y republicanos.
Los desafíos
Con la hábil conducción del menor de los hermanos Castro, Cuba acomete una ofensiva final sobre el bloqueo, herido de muerte por ese apoyo mundial a favor del afectado. Y aunque puede no ser algo inmediato, la batalla se saldará a favor de la isla y en contra del bloqueo. Es cuestión de tiempo. Cuanto antes mejor.
Incluso en caso que cesara esa forma alevosa de agresión, la nueva situación planteará otros desafíos y la isla no podrá dormirse en los laureles. Obama no hizo autocrítica del bloqueo ni lo calificó de algo agresivo e ilegal; sólo le endilgó el fracaso, como resultado, sin juicios de valor. Y eso supone que EE UU continuará su línea agresiva hacia Cuba, tratando de derrotar la revolución, sólo que por nuevos medios.
¿Cuáles medios? Evidentemente no pueden apelar a los marines, ante 600.000 hombres y mujeres que Cuba tiene en armas para repeler una agresión. Por esa vía no pueden transitar los norteamericanos. Y el bloqueo tampoco les sirvió para doblegar la revolución. Lo nuevo será apostar a desgastar al socialismo con la contaminación política. Por caso usar la ideología portante por la mayoría de un potencial millón de turistas norteamericanos (en 2014 el turismo en Cuba sumó 3 millones, con una cantidad muy menor de estadounidenses por las limitaciones apuntadas). La USAID (léase la CIA) intentará poner más programas y elementos in situ para confundir a la población cubana sobre las ventajas de emprender una “perestroika” en La Habana, como hicieron Gorbachov y Yeltsin en Moscú.
Levantado el bloqueo, cuando se produzca, la inversión extranjera tendrá un doble aspecto. El deseado será el desarrollo de la economía local, con más producción, empleo, sustitución de importaciones, mayores exportaciones y divisas. El indeseado será la alimentación de ideas capitalistas, de afectación del rol dirigente del Estado en la economía, difusión de teorías socialdemócratas, captación de funcionarios de empresas estatales y del Estado para negocios privados e ilegales, etc.
Son riesgos que la actualización del modelo socialista considera necesario tomar. Y está muy bien que lo haga porque la visión colectiva, sintetizada por Raúl Castro, es alcanzar un socialismo próspero y sustentable.
El presidente es consciente de lo que falta. En su mensaje a la Asamblea Nacional, días atrás, planteó: “el reto que tenemos por delante es muy grande: Hay que situar la economía a la altura del prestigio político que esta pequeña isla del Caribe ha conquistado gracias a la Revolución, al heroísmo y la resistencia de nuestro pueblo. La economía es la principal asignatura pendiente y tenemos el deber de encarrilarla definitivamente hacia el desarrollo sostenible e irreversible del socialismo en Cuba”.
Esa nueva política, de achicar el Estado sin quitarle el rol directivo, agrandar la autonomía de las empresas estatales, fomentar las cooperativas (hay 400 en operaciones) y aumentar la inversión extranjera, tiene sus riesgos. Hoy, con esos negocios acotados, ya están esos costados negativos: hay unos 300 ex funcionarios procesados por actos de corrupción, según una nota de Cuba Debate.
El presidente, en el mensaje citado, criticó a los directivos de firmas estatales que emplearon en forma tramposa la facilidad de pagar salarios según producción, pues los aumentaron sin relación con los resultados. Aseguró: “esto hay que considerarlo como una indisciplina grave, muy grave y debe ser enfrentada resueltamente por los dirigentes administrativos y también por las organizaciones sindicales”.
Esta Cuba muy feliz, con ciertos problemas irresueltos y otros flamantes desafíos, festejó 56 años de la revolución conducida por Fidel Castro. Con sus logros e ideas no tiene temor a lo que viene. Lo dice el cartel frente a la SINA: “Señores imperialistas, no les tenemos absolutamente ningún miedo”.
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