De La JIRIBILLA
A PROPÓSITO DE UNA EXPOSICIÓN EN EL MEMORIAL JOSÉ MARTÍ
De Tony Guerrero, acuarelas para la Libertad
Víctor Casaus • La Habana, Cuba
La primera noticia de Tony sobre el nuevo proyecto llegó poco tiempo después de terminar su libro Enigmas y otras conversaciones. Para resumirlo con sus palabras de laborioso artesano de la letra y la imagen, se trataba de “seguir siguiendo”: continuar, ahora desde el colorido de las acuarelas y la precisión de las descripciones en las que convivían el dolor, el amor y el humor, la batalla silenciosa y cotidiana para lograr la justa y justiciera liberación de los Cinco a través de la belleza, la constancia y el rigor.
“Después de pensar en lo que pudiera definir a los Cinco en esa etapa de las acuarelas; así como pensando en que mis hermanos participarán en este proyecto —decía Tony— propongo como título para la exposición: "Yo me muero como viví” (con la certeza de que nuestro hermano Silvio nos prestará, con mucho agrado, ese verso de “El necio”).”
Así era, así es y aquí están en las paredes de este Memorial, las quince obras plásticas con las que Antonio Guerrero Rodríguez documenta aquellos 17 primeros meses de encierro y aislamiento, en esa zona del ensañamiento y la crueldad que anunciaba el resultado del engendro jurídico, amañado y mañoso, cargado de prejuicios y revanchas que vendría a continuación.
Estas acuarelas de Tony realizan un recorrido temporal y temático. Desde el recibimiento, el 12 de septiembre de 1998 (sólo una colcha y un rollo de papel sanitario al llegar a la celda del llamado “hueco” en el Centro de Detención Federal de Miami), hasta esa especie de autorretrato del autor en la época, desbordante de dramatismo, humanidad y humor: “La combinación de muchos factores, de ese castigo bien diseñado, comenzaron a hacer mella en mi precario estado físico (…) El estrés, la deficiente alimentación y todo lo demás alteraron mi sistema nervioso, y padecía de un persistente dolor en la boca del estómago, sintiendo que algo me saltaba allí constantemente. Mis hermanos, preocupados, pero intentando que me relajara, inventaron el nombre de "la bolita" a ese padecimiento. Así, muchas veces, cuando podíamos conversar o nos veíamos al bajar a algún asunto a la Corte me preguntaban: Fakir, ¿cómo está la bolita?”.
Entre ambos momentos polares, estas imágenes —creadas a lo largo del presente año en la Prisión Federal de Marianna, en la Florida, documentan la estatura humana y moral de estos hombres que se han enfrentado, desde su dignidad, a quince años de prisión injusta por el extraño delito de defender la seguridad y la vida de su pueblo: de nosotros. Por estas paredes pasan ahora los registros y las cadenas, la “recreación” que no es tal y la linterna del carcelero, la rejilla que transporta la voz del hermano y la imaginación que se expresa de tantas maneras mínimas y enormes para dar fuerza y sentido a esa voluntad de resistir que los Cinco vieron reflejada en los versos del trovador y en la canción que hicieron suya para siempre.
Los breves textos de Tony que acompañan sus acuarelas puntualizan, ahora con palabras, lo que la síntesis visual nos ha propuesto:
“No sólo te quitan la libertad sino que te convierten en un número, el cual tienes obligatoria y necesariamente que aprenderlo en inglés, porque te lo preguntan cada vez que te trasladan a cualquier lugar, ya sea la Sala de la Corte o a donde vayas. Jamás preguntan por tu nombre.
“En cuanto acababan de repartir el desayuno venían a sacar a los pocos que íbamos a la llamada recreación. Esta "rec" por una hora, era de lunes a viernes. Era la única oportunidad de coger un poco de aire puro. Apenas cuando el sol comenzaba a levantar ya se vencía la hora y te llevaban de regreso a la celda (todo esto esposado por todos lados y chequeados de arriba a abajo). (…) En mi hora de “rec” me dedicaba a caminar o correr, con chancletas que eran nuestros únicos zapatos, o descalzo; también hacía algo de yoga, pero sobre todo en mi mente perfilaba un poema, al que luego dedicaba prácticamente todo el día en la celda, hasta terminarlo.
Al igual que con su libro Enigmas y otras conversaciones, Tony advierte desde la primera línea, desde el primer trazo: esta es una obra de los Cinco. Por eso sus hermanos han respondido escribiendo y enviando sus “visiones” de aquellos momentos terribles que duraron 17 meses y de los modos, los métodos, las maneras con que la imaginación y hasta el humor sirvieron para engañar las soledades, aplazar los desalientos y reinventar desde la solidaridad y el amor las ganas cotidianas y futuras de vivir.
Por eso Ramón Labañino ha recordado ahora, en textos que aparecerán publicados en estos días, paralelamente a la exhibición de las 15 acuarelas que simbolizan y denuncian los quince años de prisión injusta, varios de aquellos momentos re-vividos ahora desde la memoria.
Cuenta, por ejemplo, sobre la búsqueda de soluciones precarias pero utilísimas para los tiempos interminables del confinamiento obligatorio:
“Después de haber confeccionado los dados, cuyo ingeniero principal fue nuestro Gerardo, pues nos dimos a la tarea de distribuirlos para cada uno. Llegó entonces el momento de disfrutar de aquel "invento". Era casi como un ritual. Nos preparábamos diariamente después de almuerzo, si no hacíamos ejercicios ese día, como caminatas, planchas, abdominales… Y después de comida, con el entusiasmo de colegiales nos entregábamos a las jugadas de cubilete. Pueden imaginar nuestros rostros. (…) Durante el día, mientras había luz, jugábamos encima de la cama, sobre la sábana, la cual con sus dobleces creaba una visión inclinada de los dados y allí se formaba entonces “la de San Quintín". (…) En la noche, cuando se apagaba la luz a las 10, corríamos buscando el único rayito que nos llegaba a través de la ranura estrecha de la ventana de la puerta, sobre el suelo. Allí era aún peor el debate pues con las sombras casi ni se veían las letras de los dados. (…)
"‘Esa es una K inclinada...’, decía Gerardo. ‘No, es una A firme’, respondía yo. ‘Pero, Ramón, –contraatacaba Gerardo– tú estás ciego de verdad’. ‘Y tú bizco completamente, remataba yo’.
“En verdad tenemos que agradecer mucho a aquellos ‘inventos’, a los dados, por hacernos pasar aquel tiempo tan difícil de manera bastante entretenida y jocosa, donde mucho aprendimos también de la hermandad real y de la madera firme de los hombres.
Gerardo, por su parte, ha escrito a partir de la convocatoria guerreriana para acompañar las acuarelas y recrear la memoria de aquellos días tan difíciles, crónicas de aguda visión y escritura limpia que constituyen homenajes, sin duda, al valor de la imaginación (y a la imaginación del valor) en aquellas graves coyunturas. “La creatividad del preso no tiene límites, y los ejemplos sobrarían, sólo que muchos de ellos por ahora no los podemos contar...”, escribe Gerardo contemplando los temas de las acuarelas de Tony. Y se lanza a reconstruir sintéticamente algunas acciones memorables.
“‘La línea’, ‘El carro’, ‘La guagua’... Son varios los nombres, pero ‘el mecanismo’ es el mismo: se le amarra un peso en la punta, por ejemplo una ‘pila’ o batería, o hasta un pedazo de tubo de pasta dental con dos baterías adentro, de modo que cuando se tire deslizándose por el piso, salga disparada por debajo de la puerta y entre —con suerte— en la celda de enfrente. En el otro extremo de la línea se amarra el periódico, el poquito de café instantáneo, o cualquier otra cosa que se quiera mandar. (…)
“Tirar la línea es un ‘deporte’ que requiere de mucha práctica. No solo es difícil colarla por la puerta de la celda de enfrente, sino que a veces cuesta trabajo hasta sacarla con la velocidad requerida por la propia puerta de uno. Además, a veces lo que se quiere mandar no es para el preso de enfrente, sino para el de al lado, o para el de tres celdas más allá, por lo que se requiere la cooperación de varios ‘linieros’. En ocasiones, cuando se tira la línea, esta queda en medio del pasillo, y otro preso debe tirar otra línea para engancharla y halarla. A este otro ‘deporte’ se le conoce como ‘pescar’. Parece todo muy complicado, pero cuando uno tiene que pasar las 24 horas del día en una celda del tamaño de un baño, a veces sin tan siquiera un libro para leer, sobra el tiempo para ‘inventar’, y para intentar una y otra vez hasta lograr lo que uno se propone”.
Creo que estos testimonios escritos y visuales nos muestran, desde la humanidad y la sencillez, la grandeza de estos hermanos y la necesidad de incorporar a mucha gente de buena voluntad en el mundo, especialmente en el país donde se encuentran pagando con su tiempo, con sus vidas, crímenes que no cometieron.
Para ello se organizan, en estos días cercanos a la fecha de su encarcelamiento 15 años atrás, múltiples acciones en diversas regiones del mundo. Para ello vienen a Cuba amigas y amigos de otros países —también y especialmente de los EE.UU.— para denunciar la injusticia, defender la verdad y exigir que estos hermanos regresen a su país y a sus familias, como se merecen, cerrando ese ciclo de tres lustros vergonzosos para el ejercicio verdadero de la justicia.
En ese empeño múltiple y multiplicador, donde no deben encontrar espacios los esquemas repetitivos ni las fórmulas fáciles y desgastadas, caben, como se ve, la imaginación inquietante de la poesía y de la canción, la sensibilidad de las imágenes y la labor creciente de la gente de buena voluntad que quieren, piden o exigen que nuestros hermanos vuelvan a casa: René, que felizmente ya está entre nosotros, luchando con la mente y el corazón por esta su causa, que es la nuestra; Ramón, firme y consecuente; Fernando que terminará de cumplir su injusta condena el año próximo; Gerardo, por quien debemos “seguir siguiendo” sin descanso en esta lucha, como diría el incansable fakir de los poemas y las acuarelas.
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