06.03.2013 | postales y anécdotas de los lazos que el venezolano selló con la argentina
Un vínculo político y con química
La relación de Chávez con Néstor Kirchner y Cristina Fernández comenzó en el debate regional y se consolidó en acuerdos estratégicos de economías convergentes. El consejo de Fidel Castro y la Cumbre de Mar del Plata.
Podrían elegirse decenas de imágenes de Hugo Chávez para describir la profundidad de su relación afectiva y política con Néstor Kirchner y Cristina Fernández. En el archivo se encontrarán fotos con sonrisas, con carcajadas, compartiendo cumbres regionales, a los abrazos en los jardines de Olivos o ante pozos petroleros en la faja del Orinoco. Sus biografías mostraron muchas coincidencias a través de los años, y la historia quiso que el dolor, el final prematuro, formara parte de las semejanzas. "La tragedia histórica", como la definió ayer el vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro. Por eso, si hubiera que elegir postales que resuman los diez años de intensa relación entre kirchnerismo y chavismo, se podría recordar la llegada de Chávez al sector militar del Aeroparque, un día después de la muerte de Kirchner, cuando el líder bolivariano saludó al pueblo argentino con dos frases. "Ha muerto un justo, un valiente. Llorarlo sería poco. Hagamos realidad el sueño de esta Argentina. Hoy nos sorprende el infortunio, pero qué importa, este camino es así", dijo al poner pie en Buenos Aires.
La relación entre Néstor y Cristina con Chávez tuvo siempre altas cuotas de emoción. Nunca faltó el humor, la complicidad, la química personal entre ellos. Esas variables de la personalidad --que pueden estar o no, pero que al faltar se las valora más– alimentaron un acuerdo estratégico profundo entre dos países con economías convergentes: una potencia productora de alimentos, con una economía más diversificada, y una potencia energética pero monoproductora. "Un sultanato petrolero", era el latiguillo que usaba Chávez para definir a su país.
El venezolano solía recordar cuándo y cómo comenzó a prestar atención a ese argentino de apellido raro que llegó a presidente en 2003. Kirchner tenía el apoyo de Luiz Inàcio Lula Da Silva desde antes del ballotage, aunque la segunda vuelta nunca llegó a realizarse. Chávez empezó a mirar con interés a Kirchner tras una advertencia oportuna del líder cubano Fidel Castro. "La primera cumbre a la que asistimos Fidel y yo fue en Brasil y él me dijo, como buen lobo de mar: 'Chávez, échale un ojo a Kirchner', pronunciando fuerte la 'ch'", contó Chávez. La expectativa se vio confirmada pocos años después, cuando los jefes de Estado coincidieron en Mar del Plata en la Cumbre de las Américas de 2005. Allí nació el mito de los "tres mosqueteros" (más D’Artagnan), en alusión a la tenaz resistencia al ALCA protagonizada por Kirchner, Lula, Tabaré y Chávez.
Las anécdotas de aquella cumbre, que estuvo precedida por negociaciones a cara de perro con Condoleeza Rice en el teléfono, alimentaron la historia –el mito– de esta parte del continente. Ante el nerviosismo de algunos de sus funcionarios (como Alberto Fernández y Roberto Lavagna, hoy en la oposición), Kirchner se animó a decirle a Bush: "No vengan a patotearnos". El propio Chávez se reía al recordar que el agotamiento ante los discursos interminables fue clave en la negociación. "Vamos a ganarles a estos tipos por cansancio", fue la frase que activó la estrategia. Kirchner le daba la palabra al venezolano y este le daba rienda suelta a su oratoria. "A Bush no le gustaba que me diera la palabra, no se aguantaba y se iba al baño", reconstruiría luego Chávez al repasar el debate sobre el libre comercio hemisférico.
Otro momento clave de la relación llegó con el nombramiento de Kirchner, ya ex presidente, como primer secretario general de Unasur. El bloque regional tuvo que intervenir ante las amenazas de guerra que se cruzaban Venezuela y Colombia tras el asesinato de Raúl Reyes, dirigente de las FARC, en territorio ecuatoriano. La mediación de Kirchner hizo posible la firma del "acuerdo de Santa Marta", firmado por los cancilleres de Chávez y Álvaro Uribe, el halcón de la derecha continental. El vínculo entre la Argentina y Venezuela, sin embargo, tuvo siempre un fuerte peso económico: la recuperación industrial y el consumo a todo vapor en la Argentina obligaron al gobierno a importar fuel oil para abastecer las centrales eléctricas. También se necesitó financiamiento cuando el país atravesaba las consecuencias del default y tenía cerradas las líneas de crédito. "El pueblo argentino tiene que estar muy agradecido con Hugo. Porque nos ayudó en los momentos más difíciles. Proveyó fuel oil en una época que no era tan fácil hacerlo. Y además le pagábamos después", contó a Tiempo el ex canciller Jorge Taiana.
La confianza que llegaron a tener las dos familias –los Kirchner, los Chávez– tuvo su expresión más emotiva en el entierro del santacruceño, en Río Gallegos. El bolivariano fue el único acompañante ajeno a la familia de la presidenta que se sentó en el primer banco de la capilla del cementerio. Aquel gesto tendrá su devolución, cuando Cristina estreche en un abrazo a las hijas del bolivariano.
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La relación entre Néstor y Cristina con Chávez tuvo siempre altas cuotas de emoción. Nunca faltó el humor, la complicidad, la química personal entre ellos. Esas variables de la personalidad --que pueden estar o no, pero que al faltar se las valora más– alimentaron un acuerdo estratégico profundo entre dos países con economías convergentes: una potencia productora de alimentos, con una economía más diversificada, y una potencia energética pero monoproductora. "Un sultanato petrolero", era el latiguillo que usaba Chávez para definir a su país.
El venezolano solía recordar cuándo y cómo comenzó a prestar atención a ese argentino de apellido raro que llegó a presidente en 2003. Kirchner tenía el apoyo de Luiz Inàcio Lula Da Silva desde antes del ballotage, aunque la segunda vuelta nunca llegó a realizarse. Chávez empezó a mirar con interés a Kirchner tras una advertencia oportuna del líder cubano Fidel Castro. "La primera cumbre a la que asistimos Fidel y yo fue en Brasil y él me dijo, como buen lobo de mar: 'Chávez, échale un ojo a Kirchner', pronunciando fuerte la 'ch'", contó Chávez. La expectativa se vio confirmada pocos años después, cuando los jefes de Estado coincidieron en Mar del Plata en la Cumbre de las Américas de 2005. Allí nació el mito de los "tres mosqueteros" (más D’Artagnan), en alusión a la tenaz resistencia al ALCA protagonizada por Kirchner, Lula, Tabaré y Chávez.
Las anécdotas de aquella cumbre, que estuvo precedida por negociaciones a cara de perro con Condoleeza Rice en el teléfono, alimentaron la historia –el mito– de esta parte del continente. Ante el nerviosismo de algunos de sus funcionarios (como Alberto Fernández y Roberto Lavagna, hoy en la oposición), Kirchner se animó a decirle a Bush: "No vengan a patotearnos". El propio Chávez se reía al recordar que el agotamiento ante los discursos interminables fue clave en la negociación. "Vamos a ganarles a estos tipos por cansancio", fue la frase que activó la estrategia. Kirchner le daba la palabra al venezolano y este le daba rienda suelta a su oratoria. "A Bush no le gustaba que me diera la palabra, no se aguantaba y se iba al baño", reconstruiría luego Chávez al repasar el debate sobre el libre comercio hemisférico.
Otro momento clave de la relación llegó con el nombramiento de Kirchner, ya ex presidente, como primer secretario general de Unasur. El bloque regional tuvo que intervenir ante las amenazas de guerra que se cruzaban Venezuela y Colombia tras el asesinato de Raúl Reyes, dirigente de las FARC, en territorio ecuatoriano. La mediación de Kirchner hizo posible la firma del "acuerdo de Santa Marta", firmado por los cancilleres de Chávez y Álvaro Uribe, el halcón de la derecha continental. El vínculo entre la Argentina y Venezuela, sin embargo, tuvo siempre un fuerte peso económico: la recuperación industrial y el consumo a todo vapor en la Argentina obligaron al gobierno a importar fuel oil para abastecer las centrales eléctricas. También se necesitó financiamiento cuando el país atravesaba las consecuencias del default y tenía cerradas las líneas de crédito. "El pueblo argentino tiene que estar muy agradecido con Hugo. Porque nos ayudó en los momentos más difíciles. Proveyó fuel oil en una época que no era tan fácil hacerlo. Y además le pagábamos después", contó a Tiempo el ex canciller Jorge Taiana.
La confianza que llegaron a tener las dos familias –los Kirchner, los Chávez– tuvo su expresión más emotiva en el entierro del santacruceño, en Río Gallegos. El bolivariano fue el único acompañante ajeno a la familia de la presidenta que se sentó en el primer banco de la capilla del cementerio. Aquel gesto tendrá su devolución, cuando Cristina estreche en un abrazo a las hijas del bolivariano.
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