Miradas al Sur.Domingo 9 de junio de 2013
El caso de Los Cinco Por Gabriela Esquivada
Cuba. Beinusz Szmukler, Angela Davis, Danny Glover, el ex diplomático estadounidense en Cuba Wayne Smith y el ex canciller de Nicaragua Miguel D’Escoto pidieron, en Washington, por la libertad de los detenidos cubanos.
El caso de Los Cinco Por Gabriela Esquivada
Cuba. Beinusz Szmukler, Angela Davis, Danny Glover, el ex diplomático estadounidense en Cuba Wayne Smith y el ex canciller de Nicaragua Miguel D’Escoto pidieron, en Washington, por la libertad de los detenidos cubanos.
En Cuba no hay publicidad de productos comerciales, se sabe. Pero la vía pública está llena de mensajes e imágenes. El Che Guevara. Los hermanos Castro. José Martí. Y Los Cinco, a quienes se llama con familiaridad por sus nombres de pila: Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Los Cinco sonríen –aunque su ropa exhibe la moda carcelaria de los Estados Unidos, donde están presos– en fotos individuales que se han unido en un collage. En 2012 uno de ellos fue derivado a una estricta detención domiciliaria, pero cuando se confeccionó el afiche todos estaban dispersos, tras sus sentencias, en la generosa geografía penitenciaria estadounidense: Gerardo Hernández Nordelo, en Victorville, California (dos cadenas perpetuas más 15 años); Ramón Labañino Salazar, en Beaumont, Texas (30 años); Antonio Guerrero Rodríguez, en South Florence, Colorado (21 años y 10 meses); Fernando González Llort, en Terre Haute, Indiana (17 años y 9 meses) y René González Sehwerert, en Marianna, Florida (15 años).
Los Cinco Héroes se los llama en Cuba. Los cinco espías cubanos de la Red Avispa, en los Estados Unidos.
No se avergonzó de ninguna de esas categorías el propio Hernández, enviado con sus pares a infiltrar las organizaciones de exiliados cubanos extremistas que, como Alfa 66 o CORU, han atentado contra la isla. “Cuba tiene derecho a defenderse de los actos terroristas que se preparan en la Florida con total impunidad a pesar de haber sido denunciados –dijo–. Es el mismo derecho que tienen los Estados Unidos de tratar de neutralizar los planes de la organización del terrorista Osama bin Laden que tanto daño ha causado a este país y que amenaza con seguir haciéndolo. Los hijos e hijas de este país que cumplen esta misión son considerados patriotas y su objetivo no es amenazar la seguridad nacional de los países donde esas personas se refugian.” Lo comentó antes del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
Para Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional –número 3 en la isla y hombre de Fidel–, Los Cinco constituyen uno de los temas principales de la agenda política: ningún otro se destaca más en el discurso de este doctor en Filosofía, miembro del Buró Político del Partido Comunista, ex representante de Cuba ante las Naciones Unidas y ex canciller que, precisamente, el de Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Machaca Alarcón con Los Cinco porque, se dice, la cuestión cala muy hondo en el corazón de Fidel Castro. El Comandante no comprende por qué, si sucedió de modo casi contemporáneo al caso de Elián González, el de Los Cinco Héroes no tuvo repercusión similar.
En su libro Los héroes prohibidos –una recopilación de artículos publicados en CounterPunch– Alarcón apela a varios epígrafes tomados de Alicia en el País de las Maravillas, como “¡Primero la sentencia! ¡El veredicto después!”. Esas palabras se aplican muy bien al oprobioso juicio que recibieron los cinco espías cubanos en Miami. Y no por pobres, como son la mayor parte de los mal juzgados y peor condenados por no poder pagar abogados tiburones, sino por la intoxicación política derivada de esa especie de rencor fósil de la Guerra Fría que domina las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Describir el caso en un puñado de párrafos, como corresponde a cualquier historia trágica y simple como ésta, es –sin doble sentido– un trabajo de preso.
El 12 de septiembre de 1998 agentes del FBI arrestaron a Manuel Viramontes, Rubén Campa, Luis Medina, Antonio Guerrero y René González por encontrarlos espías activos desde ocho años antes. Advirtieron que los tres primeros eran los más importantes de sus detenidos, algo más cierto que sus nombres: Viramontes era el alias de Gerardo Hernández, Campa el de Fernando González y Medina el de Ramón Labañino.
Los encerraron 17 meses en celdas de aislamiento antes de que comenzara el juicio, un hecho que se repitió en algunas ocasiones mientras cumplían ya sus condenas. El proceso, en el 2000, duró más de seis meses: un récord hasta el momento en los Estados Unidos. Fueron acusados de “conspiración para cometer espionaje”, “ser agentes no registrados de un gobierno extranjero” y otros delitos menores. Se limitó el acceso de sus abogados a las evidencias. No obstante, el gobierno estadounidense indicó en un comunicado que “no existen indicios de que ellos tuvieran acceso a documentos clasificados o acceso a áreas sensibles” y que la seguridad nacional “nunca estuvo comprometida”.
Dado que las organizaciones que infiltraron se hallaban en Miami, la causa se desarrolló allí, donde el jurado sufrió la presión de la prensa anticastrista y de los exiliados militantes. La defensa solicitó el traslado del juicio a la corte de Fort Lauderdale, a sólo 36 kilómetros al norte; el pedido fue denegado. Cinco años más tarde la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declaró “arbitraria” la detención de Los Cinco y concluyó que “el proceso no tuvo lugar en el clima de objetividad e imparcialidad que se requiere para cumplir con la normas de un juicio justo”.
La esposa de René González, Olga Salanueva, fue detenida el 16 de agosto de 2000. Como él poseía nacionalidad estadounidense y ella sólo residencia permanente, se le sugirió a González que aceptase una plea bargain –un acuerdo con la Fiscalía para aceptar cargos menores, facilitar información y brindar testimonio–, dándole a entender que caso contrario ella sería deportada. Él no aceptó la negociación de culpabilidad y ella fue expulsada en noviembre de ese año. Nunca más se le otorgó una visa para visitarlo.
Durante el juicio se cumplieron cinco años del derribo de dos aviones de Hermanos al Rescate, una organización anticastrista que se fundó para buscar balseros en el estrecho de la Florida pero que extendió su performance a vuelos rasantes sobre La Habana para soltar panfletos de propaganda. Los tres Cessna 337 Skymaster que habían despegado de Opa-Locka el 24 de febrero de 1996 recibieron una bengala de advertencia del gobierno cubano, que los consideró dentro de su territorio aéreo. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos rechazó el pedido de resguardo de las naves. Una escapó al ataque de misiles, pero en las otras dos murieron Armando Alejandre Jr., Mario de la Peña, Carlos Costa y Pablo Morales. Los pocos restos aparecieron cerca del Malecón de La Habana.
Gerardo Hernández había infiltrado esa organización. La cobertura del aniversario causó un furor que influyó aún más en el resultado del proceso. El alegato del fiscal, además, advirtió a los jurados que traicionarían a su comunidad si no encontraban culpables a Los Cinco. Rapidísimo les echaron encima los 26 cargos presentados en su contra.
Las sentencias –el máximo para cada cargo– fueron apeladas y revisadas para cuatro. A Hernández, en cambio, le agregaron un cargo, “conspiración para cometer asesinato”, por el caso Hermanos al Rescate: según la Fiscalía, el derribo sucedió en aguas internacionales, no cubanas, y en consecuencia los Estados Unidos tienen jurisdicción. Los radares de los Estados Unidos y los de Cuba se contradicen. Uno de los 70 testigos en el juicio, el coronel retirado George Buckner, sugirió que se mirasen las imágenes satelitales. La Fiscalía objetó y luego el gobierno rechazó el pedido de esas tomas que hizo la Organización de Aviación Civil Internacional.
Por la condena agregada, Hernández nunca saldrá de la prisión. Su mujer, Adriana Pérez, obtuvo un permiso de visita una vez, pero al llegar al aeropuerto de Houston, Texas, le negaron el ingreso y la deportaron. Desde entonces, ninguno de sus pedidos de visa fue aprobado.
Para Cuba existe un prejuicio. En 2003, durante la guerra con Irak, se detuvo en Chicago a un iraquí, Khaled Abdel-Latif Dumeisi, quien se dedicaba a conocer las actividades de los grupos de oposición a Saddam Hussein. Lo condenaron a tres años y 10 meses por el mismo cargo por el cual González recibió quince años.
Hubo campañas internacionales: solicitudes de perdones y libertad de 6.000 intelectuales; una presentación extraordinaria ante la Corte Suprema –que rechazó el caso– de diez Premios Nobel; los pedidos de Amnistía Internacional y el ex primer ministro británico Gordon Brown, no muy amigos de Cuba. Nada ha cambiado la situación de los detenidos. El ex mandatario estadounidense Jimmy Carter habló con George W. Bush y Barack Obama sobre el indulto presidencial. “Saben que mi opinión es que el juicio de los cinco fue muy dudoso, que se violaron normas y que las restricciones acerca de sus visitas fueron extremas”, declaró Carter. “La retención de los cinco cubanos no tiene sentido.montes Pero sí tiene el riesgo de prensa negativa, y tanto Bush como Obama tienen ya la suficiente. ¿A qué meterse en un problema de minorías capaz de causar dolores de cabeza mayúsculos?.
Los Cinco sonríen –aunque su ropa exhibe la moda carcelaria de los Estados Unidos, donde están presos– en fotos individuales que se han unido en un collage. En 2012 uno de ellos fue derivado a una estricta detención domiciliaria, pero cuando se confeccionó el afiche todos estaban dispersos, tras sus sentencias, en la generosa geografía penitenciaria estadounidense: Gerardo Hernández Nordelo, en Victorville, California (dos cadenas perpetuas más 15 años); Ramón Labañino Salazar, en Beaumont, Texas (30 años); Antonio Guerrero Rodríguez, en South Florence, Colorado (21 años y 10 meses); Fernando González Llort, en Terre Haute, Indiana (17 años y 9 meses) y René González Sehwerert, en Marianna, Florida (15 años).
Los Cinco Héroes se los llama en Cuba. Los cinco espías cubanos de la Red Avispa, en los Estados Unidos.
No se avergonzó de ninguna de esas categorías el propio Hernández, enviado con sus pares a infiltrar las organizaciones de exiliados cubanos extremistas que, como Alfa 66 o CORU, han atentado contra la isla. “Cuba tiene derecho a defenderse de los actos terroristas que se preparan en la Florida con total impunidad a pesar de haber sido denunciados –dijo–. Es el mismo derecho que tienen los Estados Unidos de tratar de neutralizar los planes de la organización del terrorista Osama bin Laden que tanto daño ha causado a este país y que amenaza con seguir haciéndolo. Los hijos e hijas de este país que cumplen esta misión son considerados patriotas y su objetivo no es amenazar la seguridad nacional de los países donde esas personas se refugian.” Lo comentó antes del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
Para Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional –número 3 en la isla y hombre de Fidel–, Los Cinco constituyen uno de los temas principales de la agenda política: ningún otro se destaca más en el discurso de este doctor en Filosofía, miembro del Buró Político del Partido Comunista, ex representante de Cuba ante las Naciones Unidas y ex canciller que, precisamente, el de Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Machaca Alarcón con Los Cinco porque, se dice, la cuestión cala muy hondo en el corazón de Fidel Castro. El Comandante no comprende por qué, si sucedió de modo casi contemporáneo al caso de Elián González, el de Los Cinco Héroes no tuvo repercusión similar.
En su libro Los héroes prohibidos –una recopilación de artículos publicados en CounterPunch– Alarcón apela a varios epígrafes tomados de Alicia en el País de las Maravillas, como “¡Primero la sentencia! ¡El veredicto después!”. Esas palabras se aplican muy bien al oprobioso juicio que recibieron los cinco espías cubanos en Miami. Y no por pobres, como son la mayor parte de los mal juzgados y peor condenados por no poder pagar abogados tiburones, sino por la intoxicación política derivada de esa especie de rencor fósil de la Guerra Fría que domina las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Describir el caso en un puñado de párrafos, como corresponde a cualquier historia trágica y simple como ésta, es –sin doble sentido– un trabajo de preso.
El 12 de septiembre de 1998 agentes del FBI arrestaron a Manuel Viramontes, Rubén Campa, Luis Medina, Antonio Guerrero y René González por encontrarlos espías activos desde ocho años antes. Advirtieron que los tres primeros eran los más importantes de sus detenidos, algo más cierto que sus nombres: Viramontes era el alias de Gerardo Hernández, Campa el de Fernando González y Medina el de Ramón Labañino.
Los encerraron 17 meses en celdas de aislamiento antes de que comenzara el juicio, un hecho que se repitió en algunas ocasiones mientras cumplían ya sus condenas. El proceso, en el 2000, duró más de seis meses: un récord hasta el momento en los Estados Unidos. Fueron acusados de “conspiración para cometer espionaje”, “ser agentes no registrados de un gobierno extranjero” y otros delitos menores. Se limitó el acceso de sus abogados a las evidencias. No obstante, el gobierno estadounidense indicó en un comunicado que “no existen indicios de que ellos tuvieran acceso a documentos clasificados o acceso a áreas sensibles” y que la seguridad nacional “nunca estuvo comprometida”.
Dado que las organizaciones que infiltraron se hallaban en Miami, la causa se desarrolló allí, donde el jurado sufrió la presión de la prensa anticastrista y de los exiliados militantes. La defensa solicitó el traslado del juicio a la corte de Fort Lauderdale, a sólo 36 kilómetros al norte; el pedido fue denegado. Cinco años más tarde la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declaró “arbitraria” la detención de Los Cinco y concluyó que “el proceso no tuvo lugar en el clima de objetividad e imparcialidad que se requiere para cumplir con la normas de un juicio justo”.
La esposa de René González, Olga Salanueva, fue detenida el 16 de agosto de 2000. Como él poseía nacionalidad estadounidense y ella sólo residencia permanente, se le sugirió a González que aceptase una plea bargain –un acuerdo con la Fiscalía para aceptar cargos menores, facilitar información y brindar testimonio–, dándole a entender que caso contrario ella sería deportada. Él no aceptó la negociación de culpabilidad y ella fue expulsada en noviembre de ese año. Nunca más se le otorgó una visa para visitarlo.
Durante el juicio se cumplieron cinco años del derribo de dos aviones de Hermanos al Rescate, una organización anticastrista que se fundó para buscar balseros en el estrecho de la Florida pero que extendió su performance a vuelos rasantes sobre La Habana para soltar panfletos de propaganda. Los tres Cessna 337 Skymaster que habían despegado de Opa-Locka el 24 de febrero de 1996 recibieron una bengala de advertencia del gobierno cubano, que los consideró dentro de su territorio aéreo. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos rechazó el pedido de resguardo de las naves. Una escapó al ataque de misiles, pero en las otras dos murieron Armando Alejandre Jr., Mario de la Peña, Carlos Costa y Pablo Morales. Los pocos restos aparecieron cerca del Malecón de La Habana.
Gerardo Hernández había infiltrado esa organización. La cobertura del aniversario causó un furor que influyó aún más en el resultado del proceso. El alegato del fiscal, además, advirtió a los jurados que traicionarían a su comunidad si no encontraban culpables a Los Cinco. Rapidísimo les echaron encima los 26 cargos presentados en su contra.
Las sentencias –el máximo para cada cargo– fueron apeladas y revisadas para cuatro. A Hernández, en cambio, le agregaron un cargo, “conspiración para cometer asesinato”, por el caso Hermanos al Rescate: según la Fiscalía, el derribo sucedió en aguas internacionales, no cubanas, y en consecuencia los Estados Unidos tienen jurisdicción. Los radares de los Estados Unidos y los de Cuba se contradicen. Uno de los 70 testigos en el juicio, el coronel retirado George Buckner, sugirió que se mirasen las imágenes satelitales. La Fiscalía objetó y luego el gobierno rechazó el pedido de esas tomas que hizo la Organización de Aviación Civil Internacional.
Por la condena agregada, Hernández nunca saldrá de la prisión. Su mujer, Adriana Pérez, obtuvo un permiso de visita una vez, pero al llegar al aeropuerto de Houston, Texas, le negaron el ingreso y la deportaron. Desde entonces, ninguno de sus pedidos de visa fue aprobado.
Para Cuba existe un prejuicio. En 2003, durante la guerra con Irak, se detuvo en Chicago a un iraquí, Khaled Abdel-Latif Dumeisi, quien se dedicaba a conocer las actividades de los grupos de oposición a Saddam Hussein. Lo condenaron a tres años y 10 meses por el mismo cargo por el cual González recibió quince años.
Hubo campañas internacionales: solicitudes de perdones y libertad de 6.000 intelectuales; una presentación extraordinaria ante la Corte Suprema –que rechazó el caso– de diez Premios Nobel; los pedidos de Amnistía Internacional y el ex primer ministro británico Gordon Brown, no muy amigos de Cuba. Nada ha cambiado la situación de los detenidos. El ex mandatario estadounidense Jimmy Carter habló con George W. Bush y Barack Obama sobre el indulto presidencial. “Saben que mi opinión es que el juicio de los cinco fue muy dudoso, que se violaron normas y que las restricciones acerca de sus visitas fueron extremas”, declaró Carter. “La retención de los cinco cubanos no tiene sentido.montes Pero sí tiene el riesgo de prensa negativa, y tanto Bush como Obama tienen ya la suficiente. ¿A qué meterse en un problema de minorías capaz de causar dolores de cabeza mayúsculos?.
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