viernes, 10 de febrero de 2012

Barack Obama, cartero


Gracias a La Polilla cubana y CubaDebate
Febrero 1ro, 2012


Señor Presidente Obama          
The White House
1600 Pennsylvania Avenue N.W.
Washington DC 20500


Señor Presidente:

Ya estamos en febrero del 2012, y los cinco patriotas cubanos Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González, Ramón Labañino, y René González no están aún liberados. No podemos decir de René González que sea libre, no está autorizado a regresar a su país, sabiendo todo el peligro que eso representa para él.

En mi precedente carta, le escribía que somos numerosos los que esperamos un acto de reciprocidad humanitaria que permitiría a Alan Gross regresar con su familia en Estados Unidos, y a los Cinco con las suyas en Cuba.

 Me he enfadado al leer en el editorial del «Washington Post» del 31de diciembre, 2011 lo siguiente:

« [...] El gobierno de Castro ve al Sr. Gross como una potencial moneda de cambio en su campaña para lograr la libertad de cinco espías cubanos en EEUU. Este esfuerzo lamentablemente ha recibido apoyo de celebridades de Hollywood, premios Nobel y hasta por parte del ex Presidente Jimmy Carter, quien pidió por la libertad de los espías cuando visito Habana en marzo (mientras decía que la suerte de ellos debería ser "separada" de la suerte del Sr. Gross).

 
No existe una equivalencia, moral o de ningún otro tipo, entre el espionaje ilegal de los cubanos y la conducta del Sr. Gross. Los cinco cubanos fueron sentenciados a largos años de prisión en 2001 por, entre otras cosas, operar sin haberse registrado como agentes extranjeros y por infiltrar instalaciones militares en el sur de la Florida. Todos ellos reconocieron ser oficiales de inteligencia, a diferencia del Sr. Gross, un humanitario que quedó atrapado en la disputa entre EEUU y Cuba sobre el esfuerzo de EEUU de promover la sociedad civil en la isla [...]».

Qué  falta de ética por parte de un periodista, de calificar a los Cinco de espías, cuando el cargo de espionaje no fue mantenido contra ellos, y escribir que lamentablemente celebridades apoyan un posible canje de Alan Gross contra los Cinco. Un verdadero periodista  debe  conocer su tema  y tratarlo con imparcialidad.

 En efecto, 
no existe una equivalencia, moral o de ningún otro tipo entre Alan Gross y los Cinco.

Me abstendría de emitir un juicio sobre Alan Gross. Que estuviera engañado pensando hacer una acción humanitaria para la comunidad judía de Cuba, sin conocer los objetivos de la USAID posiblemente sea cierto. En cambio, de la USAID, conocemos  y sabemos que financia un programa cuya finalidad es el cambio de régimen de Cuba (ver artículo al final). Alan Gross fue detenido con un verdadero arsenal de teléfonos satelitales.

Cuba, víctima desde hace más de 50 años del terrorismo, impide la entrada en su territorio de tales teléfonos que se pueden utilizar para organizar atentados. La comunidad judía de Cuba precisó además que no tenía ningún contacto con este hombre, y que tampoco  necesitaba su material.

Los Cinco nunca quisieron dañar al gobierno de Estados Unidos, sino solamente proteger a su país monitoreando a los grupos terroristas de Florida, para hacer fracasar lucha contra el terrorismo es la motivación de los acusados y las motivaciones no se deben ventilar ante el jurado » (Documentos oficiales, Moción in Límite de la Fiscalía, 2000).

Es verdad que para esta misión delicada y peligrosa, los Cinco no estaban registrados, y tres de ellos trabajaban bajo una falsa identidad. No tenían otra alternativa, porque las autoridades de EEUU eran casi todas cómplices de los terroristas. Si dudábamos de eso, esta complicidad es manifiesta hoy. Después de su arresto, los Cinco fueron secuestrados, sin comunicación, en celdas de aislamiento durante 17 meses en el Centro de Detención de Miami. Un juicio imparcial les fue negado; Miami es un espacio fuera del derecho, donde además, el ambiente no estaba sereno, con el asunto del «pequeño Elián González» que presionaba el ambiente en esta época.

Como si esto no bastara, los periodistas que cubrían el juicio estaban pagados por el gobierno federal de Florida para mantener ese estado de odio contra los Cubanos, e influenciar de esta manera al jurado.

Los abogados tuvieron acceso a muy pocos documentos para defender a los Cinco, muchos de ellos fueron clasificados «secreto». Gerardo fue condenado de por vida por conspiración por asesinato, a pesar de que la fiscalía en si misma reconoció la imposibilidad de probar esta acusación. El derribo en vuelo de las dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate, podría haber sido evitado si esta organización hubiera cesado de sobrevolar el territorio cubano, y tomado en cuenta las numerosas advertencias.

 El editorial del Washington Post, mantiene un ambiente deletéreo contra Cuba, y perjudica a mejores relaciones entre ambos países. No es desgraciadamente un caso aislado.

 Una vez más, le pido, Señor Presidente, actuar para devolver a esos cinco patriotas la libertad de la cual están privados desde hace más de trece años.
Reciba, Señor Presidente, la expresión de mis sentimientos humanistas más sinceros.
                              
             Jacqueline Roussie
             64360 Monein  (France)


Copias a: Señoras Michelle Obama, Nancy Pelosi, Hillary Clinton, Kathryn Ruemmler, Janet Napolitano Señores Harry Reid, Eric Holder,  Pete Rouse, Rick Scott, John F. Kerry y el Embajador de EEUU en Francia

Se incluye:

Es hora de eliminar los programas que promueven un cambio de régimen en Cuba


Fulton Armstrong
 The Miami Herald (25 de diciembre 2011).

Traducción: Cubadebate


(TMH)-El subcontratista del USAID, Alan P. Gross, marcó su segundo año en una cárcel cubana por llevar a cabo en Cuba operaciones encubiertas de “promoción de la democracia”.

El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, exigió que Cuba lo libere inmediatamente y alardeó diciendo: “Las autoridades cubanas han fracasado en su esfuerzo de querer utilizarlo como un peón para sus propios fines”.

El mensaje está muy claro: Gross es nuestro peón, no el de los cubanos. Las señales enviadas por el gobierno estadounidense han sido muy evidentes. Para La Habana, el mensaje ha sido: “No negociaremos”. Para Gross, el mensaje es: “Mala suerte”. Y a los estadounidenses que piensan que nuestra política hacia Cuba, que tiene más de 50 años, debe someterse a una revisión, les dicen: “No esperen lo imposible.”

Cuando una operación encubierta de la CIA nos sale mal y cae preso un oficial clandestino, el gobierno de EE.UU. desempeña una estrategia para negociar su liberación. Pero cuando un contratista encubierto de la USAID es detenido, Washington aprieta su retórica política, le tira más dinero al programa comprometido, y se rehúsa a comentar sobre el asunto.

Durante tres años, yo fui el investigador principal de la Comisión de Relaciones Exteriores en relación con las operaciones políticas del Departamento de Estado y de USAID para Cuba y para América Latina.

Los programas de Cuba – diseñados para identificar, organizar, capacitar y movilizar a los cubanos para que exijan cambios políticos en su país – tienen un patrimonio especialmente problemático, incluyendo malversación, mala gestión, y la politización sistémica.

Algunos “exitazos” del programa, que nos costaron millones de dólares, como por ejemplo la creación de una red de “bibliotecas independientes”, fueron exagerados y hasta fabricados.

El mandato de nuestro Comité de Supervisión fue tratar de garantizar que los fondos – unos $ 20 millones al año, pero hasta $ 45 millones en 2009 – sean utilizados eficazmente y de manera consistente con la ley de EE.UU.

El Departamento de Estado y la USAID lucharon contra nosotros en todo momento, incluso negándose a entregarnos información básica sobre los programas, y divulgando solamente un documento que hacía referencia a los vagos “objetivos del programa”.

Estos programas no involucran a nuestra comunidad de inteligencia, pero el secretismo que los ronda, los oficios clandestinos -como el uso de las tecnologías de encriptación– y el ocultamiento deliberado del papel del gobierno de EEUU, sí tienen las señas de una operación encubierta de inteligencia.

Nunca le pedimos los nombres de sus agentes en la isla, pero los directores del programa nos dijeron que había “gente que morirá” si nos enteráramos de los nombres de los grupos asociados a ellos en los Estados Unidos. Los programas no eran un secreto para Cuba. El gobierno cubano los había penetrado profundamente.

No sabíamos quién era Alan P. Gross. De hecho, después de su encarcelamiento, el Departamento de Estado lo negó furiosamente, e incluso algunos de nuestros diplomáticos en La Habana, pensaron que Gross trabajaba para la CIA. Lo que sí era evidente que los cubanos estaban muy al tanto de él. La televisión cubana ha mostrado vídeos de otros contratistas en acción en la isla.

Solamente Gross puede decir lo que sabía acerca de la legislación cubana cuando él estaba cumpliendo con su contrato de $585.000 dólares, y realizando cinco visitas a Cuba. Él ha dicho que lo han “engañado”. Hemos confirmado que el Departamento de Estado y la USAID no tenían política alguna para informarles a estos individuos que esas operaciones clandestinas no son legales en Cuba, y que las leyes de EE.UU. prohíben que los agentes extranjeros que no se han inscrito como tal puedan viajar por el país distribuyendo equipos de satélite, puntos de acceso WiFi, equipos de encriptación y telefonía, además de otras asistencias de valor monetario.

La política del gobierno de Obama es no informarle a los destinatarios en Cuba del origen y del propósito de la ayuda – a menos que éstos pregunten directamente. Algunos cubanos pueden imaginársela, por supuesto, pero las implicaciones de no revelarlas, especialmente mientras los nuevos programas están dirigidos hacia niños tan jóvenes como de 12 de años, son significativas en un país que prohíbe expresamente recibir fondos de EEUU.

La USAID se ha convertido en un guerrero encubierto para socavar a los regímenes anti-estadounidense del mundo – sin la carga de responsabilidad que tiene la Comunidad de Inteligencia.

El objetivo del cambio de régimen de los programas es explícito: en lugar de financiarlos bajo las normativas de las autoridades educativas y culturales, los gobiernos de Bush y de Obama han insistido en simplemente citar a la ley Helms-Burton (”La Ley de la Libertad”) que prescribe un futuro post-Castro para Cuba.

En repetidas ocasiones se han propuesto varios cambios para aumentar la eficiencia y dirigir los fondos de modo que ayuden al pueblo cubano a mejorar sus vidas, como por ejemplo mediante el aprovechamiento de los ajustes económicos incipientes que Raúl Castro ha comenzado – para ayudar a la gente a valerse económicamente por sí mismos, y no sólo organizar y movilizar a la gente para protagonizar protestas .

La firme reacción de USAID ha sido que los programas no son para ayudar a los cubanos a vivir mejor en el presente, sino más bien estimularlos para que exijan un futuro mejor.

Como los otros millones de dólares que hemos gastado para derrocar al gobierno cubano, estos programas han fracasado, salvo para provocar el arresto de Gross e identificar a las personas que han aceptado asistencia de algunos otros funcionarios que envían a otros “operadores” en la isla.

Nuestra política debiese estar basada en lo que es efectivo para promover los intereses nacionales de EEUU -un cambio pacifico, democrático y evolucionario, y no en involucrarse en provocaciones gratuitas.

La retórica y las acciones que prolongan la estancia en prisión de un inocente americano, aparentemente engañado para servir como un peón dentro del contexto de 50 años de esfuerzos del gobierno de EE.UU. para lograr un cambio de régimen en Cuba, son contraproducentes.

Es hora de limpiar los programas para el cambio de régimen y negociar la liberación de Alan P. Gross.

-NOTA de CUBADEBATE: Fulton Armstrong ha trabajado en el tema de Cuba en el Consejo de Seguridad Nacional durante la administración Clinton y luego como Oficial Nacional de Inteligencia para América Latinaino, y primer consejero del comité de las relaciones extranjeras del senado.

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