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“Muchos de los cubanos que viven fuera de la isla no se consideran exiliados, sino emigrados”
Sentado en una de las oficinas de la Fundación Friedrich Ebert, anfitriona de esta nueva visita a Berlín, Alzugaray fue concluyente sobre la actuación del presidente norteamericano: “Obama ha decepcionado porque hizo promesas que hacían pensar que avanzaría hacia cambios en la tradicional política respecto a Cuba. Pero se trata de algo más complejo: cuando el Congreso aprobó las leyes Torricelli y Helms-Burton convirtió la política hacia Cuba en una política de Estado. Entonces, Obama tiene la dificilísima tarea de cambiar una política de Estado. Pero él prometió un nuevo comienzo con Cuba y eso no ha pasado. Ha tomado medidas marginales, de alguna importancia, que no van al centro del conflicto: las sanciones económicas, la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas…”
Pasos concretos
Asegura que dentro de la sociedad y la política norteamericana se han producido cambios a favor de la eliminación del embargo económico y de la normalización de las relaciones, como puede comprobarse con los actuales intercambios en los ámbitos cultural, científico, académico y deportivo, así como en la consolidación de estrategias conjuntas de colaboración en materia de la lucha contra el narcotráfico y la seguridad nacional de ambos países.
Pero, en su opinión, existen tres temas en los cuales Obama podría dejar un legado a las próximas administraciones sin que puedan impedirlo las fuerzas políticas internas que se oponen a negociaciones directas con Raúl Castro: “uno, hacer el famoso cambio de Alan Gross, norteamericano preso en Cuba, por los tres agentes antiterroristas cubanos presos en cárceles de Estados Unidos; dos, aceptar la propuesta mayoritaria y casi unánime de América Latina de que Raúl Castro asista a la Cumbre de las Américas el año próximo; tres, quitar a Cuba de la lista de países terroristas, y una cuarta cosa: facilitar más los viajes entre Cuba y Estados Unidos, abrirlo a nuevos ámbitos”.
Lo anterior coincide con las conversaciones entre la Unión Europea y La Habana, que apuntan a la eliminación de la Posición Común implementada en 1996 durante el gobierno de José María Aznar, que condicionaba esa relación al respeto de los Derechos Humanos en la isla. “Hay dos elementos a tener en cuenta”, explica Alzugaray, “por un lado, Cuba rechazó tomar como base de las relaciones la Posición Común por considerarla violatoria de la soberanía cubana, pero no obstante decidió avanzar con todos los países de la UE trabajando unilateralmente.
En total se han firmado ya 18 acuerdos de cooperación con países miembros. Y por otro lado, la Unión Europea se ha dado cuenta de que las políticas de sanciones y presiones no funcionan, que tienen intereses económicos concretados en la presencia de empresas europeas importantes como Meliá, Castrol, Pernod Ricard, y que es preferible buscar un acuerdo de cooperación que propicie unas relaciones económicas provechosas para ambas partes.”
Dos visiones
También se refiere a que tradicionalmente en La Habana han existido dos tendencias sobre las relaciones entre la isla y Europa: una tendencia que considera a la Unión Europea como un aliado de Estados Unidos en su intento de promover un cambio de gobierno en Cuba, y otra que ve a la Unión como un competidor del gobierno norteamericano, en la lucha geopolítica por el control de América Latina aprovechando el importante papel que tiene Cuba para el continente, especialmente en momentos de una izquierdización de la política latinoamericana luego del desastre neoliberal de la década del 90.
Y todo indica que Raúl ha logrado unificar esas dos tendencias en la reformulación de una nueva estrategia de comunicación con Europa.
Finalmente, sobre el papel del exilio en el futuro de la isla a partir de los cambios ya implementados por Raúl Castro se muestra optimista: “importantes figuras del exilio, empresarios como el multimillonario Alfredo Fanjul, manifiestan ya su interés en invertir en Cuba; ya está ocurriendo además el fenómeno conocido como emigración circular, esas personas que emigran, hacen negocios o se forman en otros países y luego regresan a su país de origen; y algo esencial: muchos de los cubanos que viven fuera de la isla no se consideran exiliados, sino emigrados. La agenda de un exiliado y de un emigrado es distinta: el exiliado quiere tumbar al gobierno; al emigrado no le importa quien manda, y aunque no esté de acuerdo con el gobierno, sólo quiere mantener un fluido contacto con sus familias, con su gente en Cuba, con su país”.
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