Por Juan Carlos Camaño(*)
El presidente de EE.UU., Barack Obama, ha denunciado en estos días que “la politiquería” es el mayor obstáculo a cualquier posibilidad de mejorar las condiciones económicas en su país. Una definición, en una circunstancia muy particular: demócratas y republicanos, fajándose por un quítame de allí esos impuestos y toda intención de encarecer el gasto público. Trifulcas, pues, dentro de la dictadura de mercado.
La politiquería, según se entienda, puede significar varias cosas –siempre nefastas- y merecer de algunos tratados que aborden, entre otros temas, la sumisión del hacer político al poder económico, cuestión más que frecuente, más bien rutina, en el predominio de un orden mafioso como el que caracteriza a la globalización neoliberal.
Sólo así enmarcada la realidad, también la de EE.UU., se entiende que Gerardo Hernández Nordelo haya sido condenado a dos cadenas perpetuas y quince años, por oponerse, junto a cuatro compañeros más: Antonio Guerrero, René González, Ramón Labañino y Fernando González, al terrorismo dedicado a atacar a Cuba, aunque no únicamente.
La politiquería, según se entienda, puede significar varias cosas –siempre nefastas- y merecer de algunos tratados que aborden, entre otros temas, la sumisión del hacer político al poder económico, cuestión más que frecuente, más bien rutina, en el predominio de un orden mafioso como el que caracteriza a la globalización neoliberal.
Sólo así enmarcada la realidad, también la de EE.UU., se entiende que Gerardo Hernández Nordelo haya sido condenado a dos cadenas perpetuas y quince años, por oponerse, junto a cuatro compañeros más: Antonio Guerrero, René González, Ramón Labañino y Fernando González, al terrorismo dedicado a atacar a Cuba, aunque no únicamente.
De tal manera –en un orden internacional mafioso, con cabecera en EE.UU.-, se entiende, además, que antes de que expire el plazo para presentar una apelación extraordinaria (Habeas Corpus), Gerardo Hernández Nordelo se vea impedido por las autoridades de EE.UU. – no es la primera vez- de acceder a documentos de índole legal que respalden su presentación. O sea, la perversidad multiplicada por lo que haga falta para echarle más paladas de tierra encima al antiterrorista cubano: se lo acusa de acciones criminales no cometidas, se lo pena con ensañamiento, se le niega el derecho a una defensa justa y, va de suyo, se le aplica el silencio de la gran prensa internacional.
A los padecimientos –de encierros inhumanos y torturas físicas y síquicas-, soportados durante cerca de trece años por “Los Cinco” antiterroristas cubanos, se le agrega “la frutilla del postre”: el ninguneo y la mentira. Que nadie sepa. Y si se llegara a saber, que se imponga la mentira. Palabra Santa del orden mafioso transnacional institucionalizado.
La gran prensa internacional, que mira al costado en este caso, es la misma que pone en alerta rojo al mundo entero ante la mínima denuncia de un “disidente” cubano. La misma prensa que apela a un sin fin de rodeos para escamotearle a la sociedad mundial el carácter nodal de la crisis capitalista que azota a Inglaterra, que ahoga a Grecia, que empobrece a España, que multiplica la pauperización en Portugal, que carcome a Italia y ha puesto a quemar el Norte de África, los países árabes y a todo aquel país poseedor de recursos estratégicos con los que afrontar demandas de vida o muerte en todo el planeta. México, regado de asesinados por encargo, es otro ejemplo de la perversidad sistémica.
Contra Gerardo Hernández Nordelo, por lo tanto, las generales de la ley del más fuerte: violación de los derechos humanos e impunidad milimétricamente planificada. Con el total de la perversidad y el silencio que requieran las mafias y la politiquería.
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