Tomado del Blog De donde crece la palma
Ellos cierran los ojos y su imaginación recorre lugares insospechados de la Cuba que han dejado atrás; hace 14 años ;los translada felices junto a su familia; con los cuales conversan, comparten la cena y pasean.
Gerardo Hernández, se piensa al lado de su amada Adriana, contándole chistes o las nuevas ocurrencias para sus personajes Pepino y Aspirina.
Adriana recoge la mesa; le revira los ojos dulcemente y él entiende a la perfección: debe parar de hablar y ayudarla a recoger la mesa para fregar.
Por otro lado Tony Guerrero el eterno poeta, el escritor de canciones, el amante de las mariposas cavila un viaje al mar, o mejor; al terreno baldío donde antaño jugaba fútbol, a pesar de los regaños de la madre por las lesiones en sus pies. El “flaco” se ríe cuando recuerda como sus compañeros le replican porque en el dominó, tiene el defecto de demorarse mucho y le dicen ¡Juega Kasparov!
Ramón imagina, imagina tantas cosas, como su momento preferido en el día que es la hora de la comida, viendo cualquier programa, y disfrutando del plato de asado de carnero para luego dejar solamente los huesos.
Y Fernando, se figura con el bate en la mano. Está en un estadio de pelota, en conteo de tres y dos, listo para tirarle a lo que venga, con tal de que el árbitro no tome la decisión de poncharlo. Y toma la decisión correcta, le tira y conecta un hit para poner a su quipo delante en el marcador.
Mientras sus hermanos dan rienda a su imaginario, René, bajo libertad supervisada en la casa – prisión se recuesta en la cama y se ve en la biblioteca, escudriñando en los libros de historia para estudiar lo que ya sabe y lo que no; haciéndole honor a Sócrates que “yo solo sé que no se nada”. Porque el conocimiento del hombre es infinito, y no le alcanzará la vida para saberlo todo.
Todo esto piensan los Cinco Héroes, pero la realidad es que desde 14 años enfrentan exageradas e injustas condenas en las entrañas del monstruo, desde distintas cárceles y en el caso de René permanecer durante tres años más, bajo libertad supervisada.
En las prisiones han sido víctimas de crueles castigos como los largos encierros en el “hueco”, hasta las negativas de autorización a sus familiares para visitarlos así como a los abogados y diplomáticos que se preocupan por su estado judicial.
De puertas para adentro reina la injusticia. Afuera un mar de pueblo reclama la libertad de los antiterroristas y cada día aumentan las voces de apoyo a la causa.
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