miércoles, 4 de septiembre de 2013

Alocución de René González, Luchador antiterrorista y Héroe de la República de Cuba, en la TV el 3 de septiembre de 2013

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René González. Foto de ArchivoRené González. Foto de Archivo

Queridos compatriotas:
Ante todo les pido excusas por irrumpir en este momento. Sé lo que significa este espacio para la familia cubana y les prometo que seré breve, pero es necesario que esta alocución llegue a la mayor audiencia posible.
Como se sabe, el próximo 12 de septiembre se cumplirán 15 años de nuestros arrestos. Todos los años se hace una jornada tanto nacional como internacional para demandar que se nos haga justicia, pero queremos que la jornada que se realizará este año entre el cinco de septiembre y el seis de octubre sea una jornada única, sea una jornada especial, protagonizada por ustedes.
Quince años en la vida de un ser humano es mucho tiempo. Los hijos crecen, se convierten en hombres, en adolescentes; familiares fallecen y no están más con nosotros; y parte de la población cubana ha nacido en estos quince años.
Yo cumplí mi sentencia íntegramente, pero tenemos que impedir que eso suceda con mis cuatro hermanos por todo lo que implica y, aunque es duro decirlo, tenemos que recordar que eso para Gerardo implica que si los designios del gobierno norteamericano se cumplen, él moriría en la cárcel.
Durante estos años hemos tenido como protagonista del cariño al pueblo cubano. Ese cariño se ha manifestado de todas las formas posibles en las cartas, en los mensajes, en los dibujos de los niños y ese cariño es el que queremos que sea en esta ocasión el protagonista de la jornada.
Yo he tenido ocasión de sentirlo, de vivirlo, de palparlo, de experimentarlo en las calles de Cuba, de todas las formas posibles y en cualquier punto geográfico de la Isla y ese es el cariño que le estamos pidiendo que se manifieste en esta ocasión, donde ustedes lo hagan de la forma en que quieran, con toda la diversidad que nos caracteriza como cubanos y en la mejor manera que cada cual considere en su aula, en su centro de trabajo, en su barrio, en su proyecto comunitario, que puede ser capaz de manifestarlo.
Para la jornada se están preparando iniciativas que serán anunciadas, pero creemos que lo más importante es que cada uno de ustedes se una a esas iniciativas a su manera, de la forma en que considere que puede hacerlo.
Yo solo tengo para el pueblo una exhortación personal, que requiere de una historia. Yo quiero que este 12 de septiembre en el país se produzca un terremoto: un terremoto hermoso, un terremoto de amor, un mensaje del pueblo cubano al pueblo norteamericano a través de un símbolo que para el norteamericano medio es un símbolo de amor, es un símbolo de cariño y es un símbolo que ellos lograrán entender en su idioma;  y ese símbolo es la cinta amarilla.
Quiero que el doce de septiembre el país se llene de cintas amarillas y que el visitante o el corresponsal extranjero que esté en la Isla no puedan ignorarlo. Que ese día la Isla de Cuba se sacuda y aparezcan cintas amarillas en los árboles, en los balcones, en las personas, como quiera que se les ocurra usarlas, en las mascotas, como ustedes lo decidan, que esas cintas amarillas llenen al país y que no pueda ser ignorado, que no pueda dejarse de reportar al mundo que el pueblo cubano está esperando por cuatro de sus hijos que están presos en Estados Unidos.
La cinta amarilla es un símbolo que ha entrado en la cultura del norteamericano, que se inició durante la Guerra Civil inglesa cuando las esposas de los combatientes los esperaban con cintas amarillas.
Luego fue transmitido a la Guerra Civil de los Estados Unidos y a través del tiempo con sus altas y sus bajas, ha ido cambiando de significación hasta que en los años setenta del siglo pasado una canción que hizo época la volvió a poner en la cultura norteamericana.
La canción es una hermosa historia de un preso que está al salir de la cárcel y que lo único que le pide a su prometida es que si aún lo ama, ponga una cinta amarilla en un árbol. A través de la letra, de la lírica de la canción, se va desarrollando la ansiedad de ese hombre que va a salir de la cárcel y su espera por saber si en el árbol va a estar la cinta amarilla y cuando él llega al lugar lo que ve en el árbol son cien cintas amarillas.
A partir de ese momento esa cinta se ha convertido en un símbolo para el norteamericano que espera a alguien en una misión en el exterior, que espera a un soldado, que espera a un ser querido y ese es el mensaje que queremos que ustedes le hagan llegar al pueblo norteamericano: que sepan que el pueblo cubano está esperando a cuatro de sus hijos. Que no es solamente la familia, que no es solamente quien los conoce personalmente, sino que hay un país, hay un pueblo que está esperando a cuatro de sus hijos injustamente encarcelados en los Estados Unidos.
Contamos con ustedes para eso, confiamos en ustedes. Queremos que sea una jornada distinta y también queremos que sea la última jornada y creo que este es el momento de traerlos a casa y para eso contamos con el apoyo de ustedes.
Muchas gracias.

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